Eleanor se sube a la estatua y siente la necesidad imperiosa de volar, de sentir el vértigo del impulso en su rostro castigado por la ineficacia de las pastillas para dormir. Y ese es solo otro suceso más en su reciente vida de ajetreo emocional.
domingo, 28 de noviembre de 2010
And if you run you can run to the Coney Island rollercoaster...
sábado, 27 de noviembre de 2010
Reunión de casi ex alumnos y un cumpleaños casi frustrado
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Cumpleaños... ¿Feliz?
Live and let die
martes, 23 de noviembre de 2010
viernes, 19 de noviembre de 2010
Metro.
Corre. Las luces, las oscuridades, la nada. La constancia del sonido. El vaivén de los transeúntes que entran, salen, entran. Repetición y rutina. Su mejor día, su peor semana. Colores fugaces, imágenes aterciopeladas. Desequilibrio, presión. Un tetris humano. Realidad, contacto, ignorancia. Simbólico lenguaje. Focos que se apagan con las esperanzas de la puntualidad. Pasillos, olor a tinta fresca, a noticia vieja. Musicalidad callejera.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
lunes, 15 de noviembre de 2010
Ya que estamos a día 15... 15 mentiras a mi madre
y la mayoría en un lapso de tres días.
1)“Hola má… si, si… estoy en lo de Cami.”
2)“-¿Y qué comiste ayer en lo de Cami?
-Emmm… ¡Milanesas! Con papas fritas.
-¿Y estaban tan ricas como las mias?
-Nooo maaa…”
3)“-¿Por qué lloras? ¿Te peleaste con Romi?
-Si, si, me peleé con Romi, ahora vuelvo.”
4)“El miércoles me voy a lo de Cami a terminar el trabajo ese del bi del otro día… ¿Te acordás?”
5)“Nos lleva el papá de (inserte aquí el nombre) en auto y nos van a buscar.”
6)“-¿Y como te fue?
-Bieen… todo bien.”
7)“-A vos te pasa algo…
-No, ¡Te dije que no me pasa nada!
-Te conozco… a vos te pasa algo.”
8)“-Y después seguramente me voy a dormir a lo de Romi…”
9)“-¿Y ese caldito?
-Ah… lo compró la abuela Lidia el otro día para cocinar…
-¿Y esa crema? ¿La compraste vos?
-Sisi.”
10)“-Sí, nos vamos a juntar con unos amigos y amigas de Romi…”
11)“-¿Y vos qué tomas cuando vas a bailar?
-Naada… daikiri de frutilla…”
12)“-¿Y en tu escuela fuman mucho?
-No… ni idea, yo no veo gente fumando…”
14)“Perdón que no te atendí, es que en la casa de Camm hay mala señal y tuve que bajar a la calle.”
15)"-¿Y ya era de día cuando salieron?
-Si"
Why does it always rain on me? Is it because I lied when I was seventeen?
domingo, 14 de noviembre de 2010
Un chasquido. Un chasquido hacía falta nada más. Para hipnotizarla, para perturbarla, para desnudarla. Estaba a sus pies. Una sola palabra.
Ese leve rumor suscitaba en ella esas pasiones, podía casi sentir que las conocía sin ser erudita, de hecho ignorándolas por completo. Y a veces llegaba la voz, y a veces no lo hacía. Pero ella la esperaba ansiosamente, sus sentidos atentos, sus poros acechantes al tacto impoluto y traicionero. Al tacto ausente, ese que generaba una desesperación y necesidad incalculables, pero necesidad de ese tacto, de esa voz, no de otro. El conflicto estaba en esa ausencia. Cuando comenzaba a acostumbrarse a ella, más aparecían las señales. O era más bien la inesporádica* presencia, que la dejaba como un mar furioso, un niño curioso, un espejo roto en mil pedazos, un hielo acuoso. Esos lapsos de presencia de la voz solo provocaban un apetito voraz que nunca era posible satisfacer, solo apenas, cuando retornaba al nido, ese nido carente de amor, frío, poco alimentado. El sonido volaba como lo hacía el pichón, se posaba en otro nido y la abandonaba a su suerte nuevamente. Había una pretensión constante de atención, solo a veces atendida. ¿Era posible vivir así? Pero, realmente, ¿Tenía sentido buscar otra alternativa?
Él era un faro. Un faro que la arrastraba a algún confín solitario, gris, casi infernal. Era imposible desviar el curso del barco, porque era ese el único confín que conocía, más allá de las desventajas que significaba. Y él era el inigualable faro que, a pesar de todo, la guiaba. Dolía, pero valía la pena, o, al menos, ésa era la única opción.
Las esperanzas estaban marchitas, casi cuatro años de expectativas desechas. Pero de alguna manera sabía que algún día la voz se iría apagando, el rostro desfigurando, ya no recordaría si sus ojos eran miel o azules, y el chasquido, al fin, no funcionaría.
Mientras tanto, esperaba impacientemente su nueva oportunidad de oírlo, con esa cadencia arrogante, casi cómica. Oírlo con esa incertidumbre certera, ese egoísmo egoísta, porque, al menos hoy, nada más importaba.
*Sí, inventé una palabra...
sábado, 13 de noviembre de 2010
Una dosis de belle
miércoles, 10 de noviembre de 2010
¿Qué día es hoy?
viernes, 5 de noviembre de 2010
Estar dentro del anónimo
1:09 de la mañana. La televisión no muestra nada interesante estos días, solo películas de bajo presupuesto con diálogos trillados y lecciones de vida artificiales. Hoy a la tarde, por ejemplo, vi una con JLo, otro actor canoso que nunca supe el nombre y Susan Sarandon. Se llamaba “Shall we dance?” O, latinizada, “¿Bailamos?”. La trama no era demasiado genial, todo muy chayanne, pero extraje una frase que vale la pena y resumía mi ánimo de hoy. La línea es de Sarandon (Beberly), la esposa del protagonista, que había contratado un detective privado porque sospechaba que este tenía una amante (cuando en realidad solo estaba tomando clases de baile). Luego, cita al detective para informarle que prescindiría de sus servicios porque se había arrepentido de violar la privacidad de su marido. Y ahí viene la frase reveladora:
“We need a witness to our lives. There's a billion people on the planet... I mean, what does anyone life really mean? But in a marriage, you're promising to care about everything. The good things, the bad things, the terrible things, the mundane things... all of it, all the time, every day. You're saying 'Your life will not go unnoticed because I will notice it. Your life will not go un-witnessed because I will be your witness'."
“Necesitamos un testigo de nuestra vida. Hay billones de personas en el planeta… quiero decir: ¿Qué significa una sola vida? Pero en el matrimonio prometes preocuparte por todo. Las cosas buenas, las cosas malas, las cosas terribles, las cosas mundanas… todo, todo el tiempo, todos los días. Es una forma de decir “Tu vida no va a pasar desapercibida porque yo voy a notarla. Tu vida no va a carecer de testigos, porque yo seré tu testigo.””
Dándole un poco más de forma a esta idea, me acorde de un poema de Salinas (“Cuando tu me elegiste”) que habla de lo anónimo que uno es cuando no tiene amor. De lo que representa ser elegido por el otro, ser alguien entre todos los demás, entre la nada: “Pero al decirme: “tú”/a mí, si, a mí, entre todos-/más alto que las estrellas/o corales estuve.”. Habla además del momento anterior al encuentro, de una alegría triste, da la idea de un estado estático, de espera: “Y mi alegría estaba/ triste como lo están/ esos relojes chicos,/sin brazo en que ceñirse/y sin cuerda, parados.”. También expresa el sentimiento de posesión de sí mismo que le confiere el tener a otro a su lado: “Posesión tú me dabas/de mí, al dárteme tú.”. Finalmente expresa el sentimiento de dependencia que se genera a partir de esa relación, que causa que, al deshacerse, uno se convierta en alguien que no tiene nada que perder, que carece de distinción de uno mismo y de lo que lo rodea: “…Cuando te vayas/ retornaré a ese sordo/ mundo, sin diferencias,/del gramo, de la gota,/ en el agua, en el peso./Uno más seré yo/ al tenerte de menos./Y perderé mi nombre/mi edad, mis señas, todo/perdido en mí, de mí./Vuelto al osario inmenso/de los que no se han muerto/y ya no tienen nada/que morirse en la vida.”
Amo la poesía de Salinas porque es capaz de expresar de una forma simple y concisa pero acertada las emociones más puras. El encabalgamiento colabora con esa cadencia particular que tiene. No es el poema que más me identifica, de hecho nunca me sentí así. Sigo estando dentro de ese gran anónimo expectante. Sin embargo, por lo menos no estoy en el grupo de los que “no tienen nada para morirse en la vida” (todavía). Hay otros como “Yo no puedo darte más” (lo considero mi poema preferido hasta ahora) que se aplican más a mis aspiraciones imposibles. Pero ese es tema para otra entrada.
jueves, 4 de noviembre de 2010
What a waste, I could have been your... friend
Lo que más cuesta es renunciar a ese paraíso terrenal donde por una vez todo fue mágico y real al mismo tiempo. Cómo es posible que ese momento dotado de tal veracidad pase a ser una partida imposible de reanudar, un juego interrumpido… Las certezas se deshacen tan rápido como se crean y ese espacio se convierte en intransitable. No va a volver. Esas doce horas de su vida irrepetibles, esa conexión sentida, ahora con todos los cables pelados, ese gusto por lo prohibido, ahora vedado.
Lo que más cuesta es renunciar a ese deseo de hermosura que es el amor. Es pensar, de hecho, que nunca se cumplió, que era objeto de la imaginación, de la intensidad del deseo mismo. ¿Alguna vez existió? Parecía por un momento… parecía. Pero solo eso. Ambos sabían la calidad del sentimiento. Estaba todo premeditado. Sin embargo… era demasiado fácil dejarse llevar. Casi tentador pretender más de lo que en un principio se había estipulado.
Después de todo ¿Por qué? ¿Porque sabía que la fecha de vencimiento era pronto? ¿Porque por esa misma razón era posible mantener la libertad? ¿Porque no existía el agobio y se sentía bien así? ¿Por qué se había dejado llevar sin más ni más?
Lo que más cuesta es saber que no existe unicidad. Que no somos únicos ni irrepetibles, que somos fácilmente reemplazables. Lo que más cuesta es la soledad, la compañía ajena. Aceptarlo, asumirlo. Seguir, seguir cuesta. Callarse, no quejarse… cuesta. Lo difícil es pensar en la causalidad, no caer en la superstición. Lo difícil es escuchar música, hablar, recorrer. No, eso es fácil, lo difícil es olvidar.
Lo que más cuesta es el orgullo. El autoestima, la vanidad. Pensar que se ve lo que se quiere ver, pensar en la evidencia, en la obviedad. Aceptar las consecuencias del egocentrismo, del creerse diferente, superior. Después de todo… ¿Qué la diferenciaba? O mejor dicho ¿Qué lo diferenciaba? ¿Por qué motivaría ella algún cambio en su actitud? Es ignorar las señales, es creer que porque a alguien le gustan las mismas cosas bizarras que a uno… Es reprimir cada respuesta insatisfactoria y exaltar lo neutral (no, ni siquiera bueno).
Realmente no sabe qué es lo que más cuesta. A veces prefiere dejarse caer en la autocompasión, otras quedarse con lo mejor sólo para descubrir un sentimiento culpógeno que invade los recuerdos, mayormente prefiere escribir, cultivar el masoquismo y el odio. Pero yo se lo que más le cuesta: pensar: This is it. It’s over. It won’t come back.
Duele pensar: what a waste...
miércoles, 3 de noviembre de 2010
I didn't see it coming...
lunes, 1 de noviembre de 2010
Del estilo de "Cuentos de amor, de locura y de muerte"
"Según las conjeturas de un investigador ilustre, la última cosa que Horacio Quiroga vio en su vida (1a madrugada del 19 de febrero de 1937, cuando al fin decidió anticiparse con cianuro a su cáncer de próstata) fue un monstruo. Se trataba de Vicente Batistessa, una especie de hombre elefante o Quasimodo residente en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, que se había convertido en el enfermero oficioso y fiel del escritor durante su última internación." |