lunes, 18 de noviembre de 2013

Las leyes de la cortesía

Bajar en pijama y despeinada en mitad de la sesión de spa para RRRostro que le regalan a tu madre con la condición de aceptar sin cuestionar las nuevas necesidades inventadas por la industria cosmetológica para venderle una máscara de felicidad hecha de mentiras prefabricadas especialmente para ella, y de arrastrar sin demora a tres, seis, diez amigas que quieran someterse al ritual de ponerse mierdas con olor a vainilla en la cara. Bajar, en pijama y despeinada, cruzando el ejército de mujeres en vincha. Y comerse los alfajorcitos de maicena, las palmeritas y el budín de limón con mofa adelante de la señora-del-spa porque no me interesan las cremas con frutos exóticos, no se si la calendula existe o la inventó hace cinco segundos. Pero las leyes de la cortesía....

Y tu mamá, a la que querés mucho y está emocionada con ser la "anfitriona". No, no decís nada. Solo hacés oídos sordos al tono de lamento de la señora-del-spa: "Ay, te perdiste el spa de rostro". "Lof lafmenfto tafnto sefñora", le contestaría, con tonito sarcástico y la boca llena de budín. Pero las leyes de la cortesía....

Una vez pasé por esa experiencia, y cada segundo que malgasté en escuchar la explicación de para qué servía cada crema pensaba: mechupaunhuevomechupaunhuevomechupaunhuevo. Pero las leyes de la cortesía...

jueves, 24 de octubre de 2013

Algunas limitaciones

Nunca supe ser linda.

Una vez me quise hacer la linda y agarré un cepillo redondo, lo enrosqué en un mechón gigante de pelo y le di vueltas, y vueltas, y vueltas hasta que no me lo pude desenganchar. Mi padre y mi madre vinieron en comitiva a intentar deshacer el zafarrancho, sólo encontraron la solución en cortar las cerdas del cepillo una por una e ir liberando pelo por pelo. Se había metido pelo hasta en el tubo del cepillo.
No se cómo logré ese nivel alarmante de desastre, pero recuerdo que me tiraban fuerte para sacarlo, y yo lloraba pero más por miedo que por dolor. Pensé que nunca iba a salir. O por ahí lloraba porque no quería que me retaran. No se. No me acuerdo.
Otra vez, pero ya de más grande, mi mamá me plancho tan mal el flequillo que me puse a llorar. Lo tuve que enjuagar y volver a secarlo.
Todavía me acuerdo del desafortunado día en el que fui al trabajo en jogging - sí, jogging - porque había dejado secando un jean que tenía las botamangas mojadas y, cuando bajé a buscarlo, seguían en el mismo estado. No tenía ganas de subir a buscar otro pantalón, así que me dejé lo que tenía puesto. Ese día, lo que nunca, me mandaron al despacho de un funcionario importante a sellar unos certificados, asegurándome que él no iba a estar presente en ese momento. Pero, eventualmente, apareció.
Por último, me quedó latente el recuerdo de esa vez, cuando fui con mi madre a comprar unos borcegos. La que atendía estaba afónica y, por algún motivo que nunca logré descifrar, me caía mal. Le empecé a decir a mi madre, que insistía en que me comprara lo que había ido a buscar, que me quería ir. Al final, solo para satisfacer la demanda materna, elegí los primeros borcegos que me había probado - con tal de salir de ahí cuanto antes. Me asfixiaba ese ambiente. No, no necesito nada, estoy mirando. Para ser sincera me quedó espantoso. O por ahí lo espantoso es el precio, no se, no me molestes.

¿Por qué a veces se hace necesario un pacto con la estética? ¿Qué es tener una "buena presencia"?

Es un misterio para mi, pero trato de ir reconciliándome. De vez en cuando - ahora con más frecuencia - voy y gasto parte de mi sueldo, en un gesto completamente consumista e impulsivo. Pero aún no logro pasar horas mirando vidrieras, deseando lo que no puedo tener o recorriendo shoppings. Mis compras son casi robos, son clandestinas, voy directo a lo que me gusta, lo agarro y lo pago rápido, antes de arrepentirme.
Se que soy una adicta a los lunares, estoy tratando de dejarlos, lo juro. Es difícil. Por ahí los reemplazo con rayitas.
En el pelo uso moños de nena de cuatro años que compré - en uno de esos momentos de frenesí que describí más arriba - en un local donde podés encontrar las cosas más inútiles y de peor calidad de la existencia. Sin embargo, me gustan mis moños. Son todos iguales, uno de cada color, para combinarlos con la ropa - ciencia que tampoco manejé jamás.
Creo que fracasar en mis intentos por ser linda es una de mis limitaciones. Me sale mejor si no intento. Aunque admito que es conveniente evitar los joggings - al menos en día laboral. El resto debería estar permitido.

Es fácil detectar la enfermedad en edad temprana. Si, mientras todas las nenas disfrutan pasando eternas horas en la peluquería, a los doce se hacen su primera tintura, a los trece se colocan las extensiones, a los catorce van a clases de danza jazz, a los dieciséis consiguen un novio que les dura dos años, a los diecisiete se hacen el shot de keratina y a los dieciocho -cuando ya es tarde para impedírselo - se aventuran con su primer tatuaje, tu hija no hace nada de eso, se dedica sencillamente a escribir canciones en un cuadernito, su color preferido es el rosa chicle, se inclina por los amores platónicos y odia el voleyball, entonces la tiene. Lo más importante es diagnosticar, después vendrá el tratamiento.

jueves, 17 de octubre de 2013

Moleskine perdí-la-cuenta (a falta de mejor título)

Cuando terminé de leer las Cartas del viaje a Oriente corrí a bañarme, como si necesitara sacarme el gusto del beso pastoso de ese viejo perverso, sifílico, cháncrito, cuya perfidia me había acompañado durante las semanas que conllevó la lectura del volumen; como si estuviera huyendo de mi propio grotesco, de mi vómito fétido, de mis meos de parada en el baño de algún bar en San Telmo, empapándome los pantalones de impaciencia o de idiotez, o más bien de incapacidad, de mis gritos y amenazas infundadas al terminarse la cerveza, escupiéndole la cara al empleado del bar y reprochándole el no haber abastecido a tiempo el recinto; escondiéndome de todo lo que al día siguiente me da vergüenza y miedo, porque la audacia ya no es una cualidad, sino un síntoma de locura; tratando de entender el por qué de este sexo-drogas-y-rocanrol desmedido e inhumano, que busca ayudar a encontrarme pero sólo aumenta la distancia entre mi Ello y mi Superyó, creándome alter-egos reprochables, execrables.
Cae el agua de las alturas, cual diluvio universal, e impulsa la barca donde únicamente mis cualidades se salvan, mi yo venerable y ceremonioso. Limpia y casta otra vez, retorno a ensuciarme de tinta, porque me gusta estar entre la mugre como puerco en su pocilga; (borracha la puerca), olvidándose de todo lo ceremonioso y venerable, y renunciando a ella misma una vez más.

jueves, 26 de septiembre de 2013

ευδαιμονία

Pareciera que siempre estuviéramos preguntándonos por qué la gente chota es más feliz que uno.
Como si la felicidad fuese un líquido y nosotros esponjas compitiendo por absorberlo todo.
¿Qué sentido tiene? Cuando nos estrujan, ahí está el líquido de nuevo: sale fuera, por los ojos.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

The end has no end

Hay muchos loquitos sueltos 
Vagando por la ciudad
Los que murmuran sus guerras 
Imaginarias
Los que intentan imitar
A los Mayas
Pero en la feria de Shani
En la feria de Shani hay uno 
Uno que no predice el fin del mundo
Uno que no anuncia el acopalipsis
Sino que
-al contrario-
Expresa 
Ininterrumpidamente
Con queja lastimera
Indignado:
Para qué
Anuncian tanto
El fin del mundo
Si nadie nunca muere
Nadie nunca muere
Mienten.


lunes, 26 de agosto de 2013

Cortado (con navaja)

Se que siempre estoy quejándome
De tu desmesura irracional,
De tu carencia de escrúpulos,
De tus fallas al amar

Pero lo cierto es que me regocijo
En tu falta de códigos, mi amor,
En tu marcha directa y sin tapujos
Hacia el más inminente desastre
Casi como un héroe del medioevo
Al grito de Montjoie

Es una lástima que después
No podamos volver atrás,
Porque no se puede deshacer,
No hay tres
Botoncitos.

Y desearía nuevamente hacerte un lugar
En mi cama, en mi mente
En vez de dejarle este espacio
Al frío de la indiferencia
Que corta cual victorinox
Oxidada

Sin embargo, no podemos,
No hay reloj de Bernardo
Ni Delorean que nos salve
Mon Amour
La cagaste

Y disfruté
Haciéndome la víctima
Y sentí
El placer masoquista
De decirte que no
-Queriendo decir sí -
Como si me estuviera apuntando
A la cabeza
El francotirador amigo
De Natalie
-Portman-

¿No es desesperadamente bello
Estar convencidos de que nunca más
Nos vamos a poner un dedo
encima?
¿No es excitante saber
Que perdiste toda
posibilidad?

No.
Siempre estoy hablando
Sola
Porque me involucro
En cada infinitesimal contacto
Con la ilusión más infundada

Y vos, ahí,
Tirado,
inconmovible e inmóvil,
Haciendo gala de tu código
-de tu código M.O.R.S.A.-

Cuando temo estar próxima
A mandarte a ca...
...gar
Me resguardo
En mi orgullo
-Chivo expiatorio:
Responsable de toda
Frustración.-

Quién fuera Guanaco
Para escupirte
-en la cara-
toda tu mediocridad
furibunda
Y, con ella,
la mía
En esa salvia
-vital-
Que no es saliva
Quedando así
Vacía
Como mi cama
-y mi mente-
Sin el filo de ninguna
Victorinox
-oxidada-

sábado, 10 de agosto de 2013

Hastío

Cómo explicar ¡Ay! Cómo explicar
Que me aburren los ardides de conquista
Las vacilaciones previas
Las confesiones a media voz
Los amagues ilusorios
Cómo explicar mi impaciencia
Mis ganas de incendiar el mundo
Y fumarme las cenizas
Como ese amigo que dice
Que quiere que lo fumemos
El día en el que se vaya

Resulta siempre frustrante haber sido la prueba piloto
Haber pasado, sin pena ni gloria
Sin que reconozcan la relevancia de lo que parece insignificante
Que es origen de todo progreso

Nunca pude ver el progreso
Supongo que se trata de esos sueños
Teñidos por la perspectiva del protagonista
Cual narrador omnisciente
Conozco el progreso, pero no me puedo ver en él,
No soy parte

Como haber escuchado al telonero con nobleza infinita
Y que la banda principal jamás haya llegado
Hubiese agradecido una voz en ese momento, en el medio del pogo
Que advirtiera, al ver mi cara de póquer,
-Nena, si no te gusta, si te aburre el telonero
Tirá la toalla y andate, porque aca se termina

Pero nunca hay señales, no hay voces esquizofrénicas
Finalmente siempre se está en soledad, y siempre nos quedamos
(-Por lo menos hasta mañana-)

jueves, 1 de agosto de 2013

Poema en construcción

"Cuando alguien busca, fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero, como no lo halla, tampoco deja entrar en su ser otra cosa [...] Tiene un fin y está obsesionado con él. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar, sin embargo, significa estar libre, abierto, no tener ningún fin. 
Siddharta, Hermann Hesse





¿Qué buscan los buscas?
No se, pero me gusta acompañarlos.

viernes, 26 de julio de 2013

Elecciones

A veces me imagino a mi mamá diciéndome, cabizbaja y con un tono indignado, casi rozando la compasión: "-¿Nunca un médico, vos? ¿Nunca un analista en sistemas? ¿Nunca un empresario?" Pero no lo dice. Antes pensaba que no lo decía porque no se animaba a descoserme la sonrisa o a desbaratarme el buen tino, pero horas de reflexiones irrelevantes me condujeron a pensar que no lo hace porque ella vio lo mismo en mi viejo. Qué habrá visto, se preguntaran ustedes... el potencial. La posibilidad de devenir infinitamente, de escaparle al estereotipo, a la masa ingrávida que nos invade poco a poco, al canon burgués. Pero si hay algo que aprendí es que un devenir desmedido, hiperbólico, conduce a la muerte. Y yo creo en la thanatografía derridiana, en esa obsesión por la huella que llega a la pérdida de la propia pisada, se lo destructivas que pueden resultar las intenciones de una desterritorialización inconmensurable. En el otro extremo está mi viejo, absorbido por el sistema, ¿Feliz? ¿Se puede ser feliz en esta vida? ¿Cuáles son nuestras verdaderas posibilidades de desterritorialización? ¿Hasta qué punto se puede acompañar la desterritorialización ajena?
Si estamos condenados a elegir como dicen, el patrón de nuestras decisiones demuestra que no hay libertad en ellas, siempre elegimos lo mismo, porque somos rehenes de nuestras propias decisiones.

jueves, 20 de junio de 2013

Certezas

Estoy convencida de que la indiferencia es la vecina insensata del amor, la que le toca la puerta para pedirle una tacita de azúcar y, cuando él se distrae, se lleva todo el paquete.

Estoy convencida de que la Facultad de Ciencias Exactas es el único lugar donde seno y curva no tienen significado - ni significante - eróticos.

Estoy convencida de que si fuera machista y misógina diría que el contrabajo tiene cuerpo de mujer: cerebro chiquito, curvas pronunciadas y culo grande.

Estoy convencida de que en cada juego apostamos la dignidad.

Estoy convencida de que el vodka con pomelo es uno de los inventos más efectivos para disolver el superyó sin mayores esfuerzos.

Estoy convencida de que mi título universitario no me va a dar de comer. A menos que empiece a comer papel.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Algunas señales (-Querida, estás gorda)

Hay momentos, momentos en la vida en los cuales te das cuenta de que la ropa que te regalaron en tu cumpleaños de quince ya no te queda tan holgada o al menos no como te quedaba cuando tenías diecinueve. No importa, tenías quince años, es comprensible. De repente empezás a notar que la pollera linda, de lunares y botones rojitos, que te compraste apenas un verano atrás no te cierra. Bueno, puede suceder. Cuando decidís ponerte la otra pollera, la de modal a rayas blancas y negras que te regalaron para tu cumpleaños - noviembre del año pasado, ¿Cuánto pasaron? ¿Seis meses? - y de pronto, te mirás al espejo y sos - S.O.S, LIBEREN A WILLY - una ballena franca austral, empiezan las preocupaciones. Sabes bien cual va a ser la - sincera, dolorosa - respuesta de tus padres al hacerles la pregunta: ¿Me hace ver muy gorda esta ropa?

Ponete otra cosa.
No importa, es de cadera, no tenes panza, con algo sueltito lo disimulás bien.
No es tan grave, tenes un poquito de sobrepeso nada más.
Cerra la boca porque te va a quedar el cuerpo deformado.
Tenes que dejar la pepsi, empeza a tomar agua mineral
Porciones más chiquitas
No tanto dulce
Comprate otra ropa
¿No tenes otra cosa para ponerte? 
¿No tenes tiempo para hacer ejercicio?
Tenes que hacer ejercicio
Estás sentada en una oficina todo el día

Sí, sí y sí. Pero... ¿Por qué?  ¿Por qué a mi? Yo era flaquita... yo comía, comía lo que quería. Ahora mi propia ropa complota contra mi. Como si se me hubiese revelado, como si fuera una venganza por todo lo que comí sin culpa en esta vida entera... Todo vuelve. En forma de grasa adiposa. Y se instala. En mi cuerpo.

Nunca entendí el mambo de mis amigas - de las mujeres en general - con el tema del peso. Siempre parecía que era una obsesión inútil. Les decía que dejen de preocuparse mientras le hincaba un diente al cuarto de libra con queso viendo con lástima - con repugnancia - la ensalada César, tomándome un café con tres cucharadas de azucar y detestando el edulcorante, casi indignándome ante la visión de una galleta de arroz. Ahora me siento mal cuando la gente que me conoce insiste en que no estoy gorda. Pero yo lo veo. No me mientan, estoy gorda. Ahí pueden ver el rollo, ahí pueden tocarlo. Me sobra carne, carne que antes no estaba. 

¿Cómo fue? Fue estrepitoso. El año pasado me ponía esta ropa todos los fines de semana, era una diosa. Todos mis vestidos son ajustados. Todas mis remeras son de modal o lycra. Jamás me sentí culpable por comerme una porción de lemon pie. En enero me vieron desnuda y me elogiaron el cuerpo - ¿Estaba gorda ya? No lo se.

Nunca había notado lo flaca que era. Ni yo ni el resto de la gente. Ahora es ver una foto de cualquier modelo y darme cuenta. Ver las fotos de las últimas vacaciones de mi mejor amiga en Santa Teresita. Qué hija de puta. Y tiene un año más que yo, ni siquiera tengo esa excusa. 

¿Cuándo fue que empecé a comer desaforadamente? Tal vez cuando me dejaron de tomar en serio. ¿Qué hago? ¿Gasto en el psicólogo o gasto en el gimnasio? En el gimnasio, para psicólogo está este blog. Aunque no me responde. Hola, blog, dame una respuesta. Decime por qué estoy gorda, y si estoy gorda porque comí mucho decime por qué comí tanto, y si comí mucho porque no me tomaban en serio decime por qué nunca me toman en serio. Por ahí sentía que esa medialuna me tomaba más en serio que el resto. 

Pensé un par de soluciones. Pensé en empezar a fumar porque supuestamente te saca la ansiedad. Después me di cuenta de que iba a dejar una adicción para empezar con otra. Como medida de acción dejé la gaseosa y las cosas dulces. Las harinas no las largo. Hoy me comí una pizza kilométrica. El lunes empiezo el gimnasio.

Mientras tanto, voy haciendo este reporte. Ahora me toca experimentar este abismo. Odio las cintas de correr y las bicicletas fijas, odio el sudor del gimnasio y su olor a adrenalina. No necesito pisar uno para saber que los odio, simplemente lo se.

Una amiga me ofreció ir a Cormillot pero siempre pensé que era un viejo chanta. Algunos de mis ideales tienen que permanecer intactos. No voy a pagar 400 pesos para que ese señor me haga cagar de hambre, para eso me mudo a Etiopía. 

Mis ideales, ¿Qué quedará de mis ideales? Dije nunca dietas, ahora semi-dietas, dije no gimnasio, ahora gimnasio. Después digo que me enorgullezco de ser una persona consecuente con sus actos. Pero sino ¿Quién me va a querer? Me falta tener gatos y vivir sola para completar el estereotipo de mujer solterona.

En el fondo se trata de eso, porque sino no me importaría y me quedaría tirada comiendo pochoclos y viendo una peli. Hoy fui al cine y no comí pochoclos. Es difícil no masticar nada estando en el cine, es difícil no masticar nada estando en cualquier situación cotidiana - me voy a empezar a comer las uñas.

viernes, 24 de mayo de 2013

Cortito y al pie - panoramas de un colectivo imaginario


Hoy en el colectivo había un pibe con toda la pinta de american psychobolche - un sketch de Capusotto, para quienes no lo conocen. Boina CON POMPÓN negra ladeada hacia la izquierda, pelo lacio, largo y graso; zapatos de suela y cordones gruesos y la campera colocada cual poncho por encima del hombro. En el mismísimo momento en que la idea se insinuó en mi cabeza, miré hacia la izquierda - a través de la ventanilla - y visualicé, por vez primera, como un milagro, como una visión, la cara del Che pintada sobre una pared. ¡Qué maravilla! (las coincidencias).

Primero vi a la cuarentona sentada con la chirusita que escuchaba cumbia a todo volumen, con su piercing en el labio superior - es impreciso decir labio superior, era el bozo - el pelo lleno de hebillas y una trenza completando el estilo. Traían muchos bolsos, como que se iban en un viaje largo, sentadas en los asientos que están dados vuelta - los que me marean, los que nunca acepto aunque sea bondi lleno. Cuando se pasaron adelante empecé a sospechar. El chofer miraba disimuladamente por uno de los espejos a las mujeres, que se habían instalado cerca suyo, como controlando sus movimientos. Creo que vi la gota de sudor rodando por su rostro cuando la mujer rulienta le hizo un gesto a su ¿hija? para que se moviera. En un primer momento consideré a la mujer rulienta - la cuarentona - como la esposa del chofer, y a la otra como la hija. Después me di cuenta de que el chofer era demasiado joven para la cuarentona, entonces se me ocurrió que en realidad lo que estaba sucediendo era que el chofer estaba camelando a la niña desde hacía un tiempo, y la madre le había propuesto aceptar la propuesta de casamiento de su yerno hacia su hija SÍ Y SÓLO SÍ - y escuchen bien - podía corroborar por un día que él fuera un conductor decente, recto, un ciudadano hecho y derecho. Cuando subía una mujer al colectivo, la madre y la hija, como un jurado dignísimo e insobornable, corroboraban que la mirada del pretendiente no se deslizara por el escote de la señora. Pero el control no finalizaba allí: cuando la señora terminaba de pagar el boleto, Su Señoría se encargaba de asegurarse de que su futuro hijo político no observara disimuladamente el espejo retrovisor en busca de otros atributos femeninos. Si el semáforo estaba en rojo, la matrona confirmaba que los neumáticos no tocaran la senda peatonal. La hija parecía indiferente, no le interesaba realmente si su prometido pasaba la prueba de fuego, solamente quería bajarse de esa cachitrina para poder llegar a su casa y sacarse fotos en el espejo haciendo cara de pato. Yo sentía los nervios de ese pobre hombre, como si estuviera rindiendo una prueba de resistencia sin gatorade, utilizando sus últimos esfuerzos para mantenerse concentrado, frenar a tiempo, no olvidar poner el giro en la siguiente bocacalle, jugándosela para ganarse el respeto de su amada. Noté que en algunas ocasiones el pie se le deslizaba del acelerador, como si no pudiera, como si estuviera bajo demasiada presión, ¡POBRE HOMBRE! ¿NO SE DAN CUENTA, BRUJAS, DE QUE SÓLO QUIERE TRABAJAR?

Ella venía llorando porque se había terminado, y porque el colectivo había tardado una vida, y porque unas viejas que hablaban muy fuerte y hacían preguntas retóricas le caían mal. Mientras se retrotraía a los últimos momentos, aferrándose de los pocos recuerdos fidedignos que podía rescatar en ese ovillo de incertidumbres, borraba los mensajes de texto que tanta satisfacción le habían producido al ser leídos una y otra y otra vez en una estación de subte, en un bar haciendo tiempo, en una reunión familiar. Agotado el placer, se hundía en la autocompasión, sabiéndose observada pero por completo indiferente a los códigos sociales impuestos. De repente cruzó la mirada con una mujer, apenas mayor que ella, que le ofreció un pañuelo descartable. Sintió que necesitaba decir algo, que ése era el único vacío capaz de llenarse en ese momento:
-Cosas que pasan.- afirmó con convicción, secándose las lágrimas.
-Ya va a pasar.- aseguró su interlocutora.
Y tenía razón. Todo pasa.

En una de esas tardes de nudo en la garganta, la muchacha viajaba en colectivo con sus anteojos de sol. Se sentía protagonista de un melodrama, llorando tras los cristales, protegida por esa intimidad de algunas pulgadas que le otorgaban. Todo el viaje se desahogó de lo lindo, sin hipar, sin suspirar, sin emitir sonido, solo lágrimas silenciosas. Se sentía impune, como si estuviera cometiendo un crimen imperdonable y nadie tuviera pruebas para acusarla de ello. Cuando empezó a bajar las escaleras del subte, se sacó los anteojos y comprobó, con horror, que le faltaba uno de los vidrios. La coartada se destrozó. Con incredulidad, la protagonista siguió bajando las escaleras construyéndose una anécdota para subsanar el bochorno. Nunca se volvió a sentir tan cerca de los loquitos simpáticos que hablan solos, escrutados por la gente a veces con temor, a veces con lástima. 

domingo, 19 de mayo de 2013

¿Pobre viejo?

Pobre viejo, murió en una celda común
Pobre viejo enfermo, seguro que su muerte fue un complot
Pobre prócer, pobre mártir, pobre patriota
Murió solo, murió habiendo defendido sus ideales hasta el último momento

Murió quien nos salvó de la subversión
Quien nos devolvió la paz y la estabilidad
Murió el general, murió el héroe
Murió el que limpió la patria de delincuentes

¿Pobre viejo? Murió el que mandaba a tirar gente viva de aviones
¿Pobre viejo enfermo? Murió el que no vaciló en ordenar la tortura y el fusilamiento
¿Pobre prócer? ¿Pobre mártir? ¿Pobre patriota? Murió el abusador, el que permitió que se llevaran bebés de souvenir.

El que promulgó la picana - pobre viejo
El que nos destruyó la cultura - murió solo
El que atentó contra los derechos civiles - murió el patriota
El que hizo desaparecer media generación, y al resto les centrifugó los cerebros - murió en una celda

El viejo murió y con él se fue la humanidad, se fue la justicia, se fue la libertad. El viejo murió y nos dejó esta sociedad con la base carcomida, con brotes de extrema derecha, esta sociedad delirante, esta sociedad vacía.

Su muerte no es una victoria, su muerte nos recuerda que el peligro está vigente. Porque antes de morirse el viejo dejó una herencia además de los destrozos del neoliberalismo, el miedo y el descreimiento. El viejo dejó a sus pichones agazapados, listos para atacar, para golpear. Sus vástagos - justificadores del horror, propulsores de la esclavitud de expresión, amantes del "orden", amigos de la ignorancia - están entre nosotros.

Es nuestro deber como ciudadanos impedir que se repita, que haya otro pobre viejo, otro pobre mártir que venga a salvarnos a costa de la masacre, del derramamiento de sangre, aprovechándose del error de los gobiernos subsiguientes, tomando la posta de quien fuera el emblema del terrorismo de estado. Si queremos un cambio, si queremos avanzar como sociedad, tenemos que pensar en un modelo que vaya para adelante, no en retroceso, no reivindicando a los asesinos, no justificando los horrores del pasado con los errores del presente.

http://ar.noticias.yahoo.com/d%C3%ADas-vivi%C3%B3-penal-000000737.html

miércoles, 1 de mayo de 2013

Basta, no juegues más al rapsoda, al filósofo, al aedo, al Baudelaire, porque entonces me entran ganas de jugar a la Musa. Sí, jugar, solo jugar, porque no te inspiro nada, y después de todo vos no sos Homero, y yo no soy una diosa griega que desciende del Olimpo, y nada tienen de mágicas las palabras que utilizas para engatusarme. Quizás fue tu biblioteca, tu colección de escritores exóticos, de rusos con nombres terminados en -oski y en -ov, de ediciones supuestamente limitadas, ajadas, añejas que te jactas de haber conseguido con orgullo felino cuando más de una vez las vi en Plaza Italia mientras el vendedor buscaba con desesperación deshacerse de ellas. No se por qué los vendedores no entienden que no necesitamos ayuda, que no nos hacen falta guías en los laberintos de libros como ese que tenías en tu cuarto, un laberinto digno de Dédalo, digno de Borges, con todos los fascículos apilados desprolijamente y en el medio una bestia mitológica o la excepción de una regla metafísica. Decía que quizás fue tu biblioteca o tu colección de películas de Tarantino o el haberte declarado autodidacta (Sorry, "αυτοδίδακτος δ` ειμί"), una suma de factores imprescindibles para capturar la atención de un alma ingenua. No se qué fue lo que fue, sea lo que sea que haya sido era inevitable. Las palabras siguen resultandome extremadamente eróticas, más que cualquier forma de tacto, más que cualquier acción extraordinaria que alguien pueda llevar a cabo con su boca o con su miembro. Pero me refiero a las palabras altas, las esbeltas; no las bajas, las grotescas,  las insignificantes.

Vos, segunda persona del singular, no sos ninguno y sos todos. Todos y cada uno de los hippies, bohemios, anarquistas, escritores que pasaron por mi vida y de los que me enamoré. Al final descubro que solo se trata de otro par de cromosomas dispar, que verdaderamente saliste de la misma fábrica que el resto de todos ellos, los que me destrozaron el orgullo, me pisotearon la paciencia y me rompieron el corazón so pretexto de ser unos incomprendidos, unos infelices, unos pobres diablos que solo buscan la armonía consigo mismos y que encuentran desequilibrios entre cualquier par de piernas - por no ser más específica, y "sos muy buena pero estoy hinchado las pelotas", y "ahora no puedo pero quizás en otra vida".

Baja el telón y se desarma la coartada que te salvaba,  no sirven las excusas: "la explicación es un error mal vestido". Yo vuelvo a los libros, mi único vicio, esperando al próximo candidato fallido mientras vos tomás ginebra y comés con la boca llena, bajo, grotesco, insignificante.

sábado, 27 de abril de 2013

Tomás y Andrea o el amor en los tiempos del bondi

Los hechos y/o personajes de la siguiente entrada son ficticios, cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.


Tomás no es mi amigo, Tomás es pelirrojo. Cuando va a la facultad usa anteojos cuadraditos y lleva un bolso de cuero cruzado. Tomás pregunta en un parcial de sociología qué significa "plusmaría". Tomás fuma porro. Tiene amigos que fuman porro. Tiene el cerebro lleno de porro. Tomás tiene bermudas, tiene barba, ahora es escasa pero alguna vez fue de fauno. Tomás conoció a Andrea.

Andrea usa remeras de pulp fiction. Andrea se tiñe y usa flequillo. Andrea gana siempre en el carrera de mente. El profesor siempre menciona a Andrea: "Como dice Andrea...". No la conozco a Andrea. Me hace acordar a una chica que compone canciones zarpadas sobre su psicólogo. Me hace acordar a una canción zarpada sobre una muchacha ligera. Solo se que leyó a Fodor. Y a Chomsky. El resto me lo puedo imaginar.

Andrea y Tomás viajan en el 44. Él le cuenta sobre los poetas posmo que conoció en una exposición y que devinieron en filósofos a causa de la voluntad divina, sobre los seis casos del latín, sobre los mantras que invoca en su meditación. Todo lo remite a Osho, a Coelho, al Bhagavad-guitá, a la mística o al misticismo. Andrea sonríe y baja la cabeza, se pierde en la monotonía de su voz, asiente, acota... Andrea no sabe lo de la plusmaría, Andrea está fascinada, no sospecha. Tomás cruza una mirada cómplice conmigo, o tal vez me imagino que me está pidiendo, que me está rogando, que me está extorsionando, comprando mi silencio... Pero está fuera de peligro, yo voy sentada y ellos están lejos y estoy agotada de las seis horas de práctico y de verlos hablando. Me genera algo de intriga y a la vez me repugna su cháchara intelectualoide, tal vez porque nunca terminé bien parada teniendo una conversación de esa índole. Lo que en realidad me asquea es esa fascinación que siento por dos seres que se saben almas gemelas.

Por un segundo me miran, me miran como sabiendo, como advirtiendo que se está redactando esta historia en mi imagen acústica, como dándose cuenta de que fabulo, de que les invento una vida más apasionante, menos lisérgica, como lo hago en cualquiera de mis viajes en transporte público. Los veo gesticular y pongo palabras en sus bocas ansiosas tratando de respetar las personalidades que formé para ellos durante mis vastas ocurrencias. Quizás Tomás no es tan fanático de Silvio Rodriguez, y no está diciendo Silvio esto y Silvio aquello mientras Andrea le habla de otros trovadores que la inspiran a escribir sus incontables bitácoras ancestrales cubiertas de boletos borroneados, de entradas de cine y de mechones de pelo. Todo esto no está pasando, todo esto que va de algún módulo de la mente-cerebro a mis dedos veloces lo estoy planificando sin permiso de nadie, pero para ustedes es lo que sucede. Y esta intervención es como la ruptura de la cuarta pared, como cuando un actor se dirige directamente al público y le recuerda que lo que está viendo es solo una representación de hechos ficticios.

Andrea se baja del colectivo bruscamente, no le gustan las despedidas. Tomás disimula, mira hacia afuera por un momento. Cuando está a salvo, se agarra la cabeza.

De algún modo quedo parada en la misma bocacalle que Tomás, y luego en la misma parada. Por algún motivo que no logro descifrar, no nos saludamos. Dije que Tomás no era mi amigo, es cierto... pero lo conozco, sabe que se lo de la plusmaría, sabe que se de sus mantras y de sus porros. Solo que parece que ahora que Tomás es Andrea y Andrea es Tomás, que son uno intentando conquistar el paraíso de la sapienza, perdí el derecho a su saludo. No es que me interese su hola-de-compromiso; me molesta que me incomode estar parada atrás suyo y no poder hablarle. Aunque cuando le hablaba, cuando todavía lo saludaba-por-compromiso, me sentía incómoda igual. Me miraba con esos ojos chiquititos de drogodependiente exacerbado, son verdes pero casi ni se nota, nunca lo había notado hasta ese momento en que lo vi charlando con Andrea y brillaron como nunca. Puede que sea la magia del amor, o que haya dejado el porro, eso tampoco lo se. Nada de esto es relevante, nada de esto hace al relato... este relato es nada.

Cuando le preguntamos por qué lo había hecho, por qué había confundido una oclusiva con una nasal, una lateral con una vibrante; Tomás nos contestó que no sabía. Incluso, si mal no recuerdo, le echó la culpa al porro, pero eso es algo que pasó hace mucho y, de todos modos, desde que Tomás es Andrea,  ya no tiene importancia.



Ay plusmaría, cuándo serás mía
Si Marx quisiera todo te daría...

lunes, 8 de abril de 2013

Moleskine 14 (o "anteojos nuevos")

Parecería que no es justo tener derecho a ver cada partícula de polvo, cada arruga en la cara de una mujer, cada frunce y cada pliegue de una boca o una mano. El miope de siente azorado, se encuentra cohibido por imágenes nítidas de un universo que no parecía destinado a él. Y sin embargo ahora todas las calles tienen nombre, todas las hojas se mueven en su individualidad, los objetos recobran su contorno y dejan de ser amenazantes. Surge un nuevo pasatiempo: pararse en una esquina y medir las dimensiones, calcular las distancias, inventariar los rostros y formar palabras con las patentes de los automóviles. El miope pasa de su mundo de metro y medio a la vastedad absoluta. Hay cierto pudor, cierta nostalgia encapsulada, cierto arrepentimiento: "¿De qué me habré estado perdiendo?". Jamás lo sabrá: el miope olvida, entre la niebla de sus ojos, los bocetos inacabados que lo rodearon alguna vez.

sábado, 6 de abril de 2013

"En el barrio hay cinco chicas: cuatro son buenas; una es mala.


  • Se levantaba todos los días temprano para ir a la fábrica. Se ponía su guardapolvo celeste, peinaba su cabello corto, se calzaba los zapatos lustrosos, le daba un beso a su papá en la mejilla y salía con su hermana a la calle. No había Panamericana, no había General Paz... Los muchachos las respetaban.


  • Estaba acostumbrada a lidiar con hombres, como delegada tenía el trabajo de dialogar con ellos defendiendo a su gente. Con sus dieciocho años era capaz de sostener huelgas, ganar almuerzos y ayudar a los trabajadores. Le decían "señorita de acá", "señorita de allá" pero jamás se propasaban con ella. Los límites siempre habían estado claros.



  • Si era necesario enfrentarlos, los enfrentaba. Una tarde, al llegar a la fábrica, encontró a una de las empleadas de su piso llorando. La muchacha apenas llegaba a producir treinta unidades en el tiempo que la empresa estipulaba como máximo para esa cantidad. El jefe la había visto trabajar y le había dicho que si no llegaba con la producción la iba a mandar a Alaska. Nuestra protagonista tuvo que dirigirse a su  despacho y dejarle en claro que si seguía maltratando a los empleados el sindicato iba a tomar represalias.



  • Al principio, cuando le anunciaron que uno de los encargados de piso se comía los mocos no lo creyó. Tuvo que esconderse para ver cómo, de forma alevosa, el acusado llevaba a cabo el hecho por el que se lo acusaba. Lo cambiaron de área tras las múltiples protestas de las damas.



  • No olvidaba cuando habían causado el despido de un comunista que delató los planes del sindicato. En la asamblea asentía, pero luego pegaba papeles en la fábrica alertando a la patronal.



  • Su solidez de espíritu no era solamente con sus rivales. Cuando su primo, que había entrado a la fábrica gracias a ella, recibió dos llamados de atención, lo obligó, tras múltiples avisos previos, a firmar la renuncia delante de sus superiores. 



  • A pesar de la responsabilidad que acarreaba no se olvidaba de que era joven. Le gustaban las milongas, iba a escondidas pero siempre se aseguraba de volver a casa a horario. Todos los viernes la excusa era una supuesta despedida de soltera. 



"En el barrio hay cinco chicas: cuatro son malas; una es buena."



  • Al menos no salía con un tipo casado, como hacían algunas de sus compañeras. La jugada podía salirles cara: varias habían recibido golpizas y a algunas hasta las habían tirado a las vías del tren. Ella las cubría hasta donde hacía falta pero intentaba no involucrarse con nadie en la fábrica. 

  • A la Porota le hicieron la cruz cuando se embarazó antes de casarse. Ella no correría esa suerte: "Besos y abrazos no quitan pedazos" siempre se repetía. Pero sabía que había algo que no tenía que hacer. 



  • Al pasar los años se enamoró de un tal Roberto que en realidad se llamaba Oscar diciéndole que su nombre era Beatriz aunque no era otro que Olga. Tuvo tres hijos, un varón y dos nenas. Renunció a ser diputada para formar una familia. Vandor solo confiaba en ella, le insistía en que podía llegar lejos pero ella tenía miedo. Prefirió otra vida, la vida aburguesada, la tranquilidad del hogar, el carácter fuerte del marido, la crianza de los hijos, la casa quinta de verano...



  • Sin embargo, de vez en cuando, le gustaba jugar a la ruleta en el cuartito de arriba con su hijo varón y sus amigos. Se apostaba fuerte en ese cuchitril. Encendía un cigarro y tomaba un whisky hasta que los gritos de su marido subían por las escaleras: "¡Nos van a meter a todos presos!".


Esa es la historia de mi nona. Mi nona, que si hubiese vivido en otra época podría haber sido tantas cosas... pero vivió en su época, le pesaron los prejuicios y eligió. Eligió ser la buena, eligió casarse y formar una familia, eligió una vida mundana renunciando a oportunidades extraordinarias. Eligió ser mi nona. Tomó la decisión de traerme pan con manteca a la cama, enseñarme la marcha peronista y hacerme la trenza-rodete para que no me agarre piojos al ir a la escuela.

¿Y por qué escribo yo la historia de mi nona? ¿A quién puede interesarle? A nadie. La escribo porque ayer me la contó y no quiero olvidar.







martes, 2 de abril de 2013

Tan solo otro viaje en subte

Hay un silencio desolado, apenas un mínimo murmullo se escucha. La gente se acomoda incómoda, poco familiarizada, en los asientos verdes, mirando a su alrededor, echándole un vistazo a las luces titilantes, a la voz mecanizada que anuncia el recorrido. Un perfume de limón impregna el ambiente. Te sentís primer mundo en esa cabina silenciosa que recorre las vías. Incluso los viajantes más asiduos se sienten desorientados. Las estaciones son las mismas pero se borró ese filtro sepia, ya no se alcanza a visualizar el exterior en marcos de madera con luces parpadeantes y tenues que a veces eligen extinguirse, esas luces generadoras de supersticiones y taquicardias. Ahora es más bien un criadero de gallinas, los focos encandilan los ojos. El movimiento es leve y el sonido metálico, atenuado. Nadie entiende por qué hay un caño en el medio del paso, todos esperan que llegue un stripper y comience su show. Pero solo es utilizado por un grupo de adolescentes granulientos que lejos están - afortunadamente - de desnudarse en público. Las miradas cruzadas demuestran la complicidad, esa complicidad típica de quienes temen no llegar a destino, quienes imaginan un desperfecto inesperado, un error de cálculos. Sin embargo, todo marcha bien y los aventureros deben reservarse sus visiones catastróficas pobladas de ratas y de héroes anónimos que ayudan a las ancianas a descender del tren y las conducen a su salvación inmediata con paciencia y vocación para otra ocasión. Y así concluye el viaje hasta primera junta - el primer viaje en los subtes de Mauri.

martes, 26 de marzo de 2013

La memoria selectiva de los lectores

Hoy, mis estimadísimos lectores, vengo a escribir con un poco de indignación. Porque ya saben que la indignación es buena, es una de las hermanas de la musa, es fuente de toda inspiración literaria para mi. Me indigno, luego escribo. En fin.

Noté hoy que una amiga compartía en facebook una frase de Cortázar extraída de una aplicación. Era la famosa: "Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos" que, como usted bien sabrá, se encuentra localizada en la primer página de Rayuela, su novela más célebre. Sí, en la primera. No fue la única vez que mi amiga compartió esta frase en su facebook, ni fue solamente ella quien lo hizo.

Me pregunto por qué el mundo entero recuerda casi pura y exclusivamente esta frase de una de las novelas canónicas de nuestro tiempo, una obra maestra de un escritor "de puta madre" (no hay otra forma de definirlo) que hoy en día es tomada en mi facultad como algo agotado, pero que estuvo y estará vigente por siempre para todos los que amamos la literatura, más allá de lo que las cultivadas mentes de la elite de intelectuales argentinos opinen al respecto. Volviendo al tema en cuestión, no puedo comprender por qué de 499 páginas de genialidad sin límites, la gente decide recordar esta bellísima frase que se encuentra precisamente no solo en el primer capítulo del libro sino en la primer página del mismo. Como si no pudieran hacer el suficiente esfuerzo para llegar a "De otros lados", a los capítulos prescindibles que son realmente "la joyita" de la novela. Como si pudiéramos resumir semejante novelón en una frase tan cliché y cursi como esa, teniendo otras tan brillantes como "La explicación es un error mal vestido" o "En nombre de los otros tiempos se hacen las grandes macanas en estos" o "No renuncio a nada, simplemente hago todo lo que puedo para que las cosas me renuncien a mí" o tantas, tantas, TANTAS otras. Imagino la frustración que sentiría Cortázar que estuvo años para escribir Rayuela, incluso realizó un borrador que llamó "El Perseguidor" (sumamente recomendable también), estudió el fantástico estilo que adoptó para escribirla, aprendió idiomas, inventó el glíglico, escuchó jazz, vivió en París... Todo para que se recuerde esa mísera frase. Tal vez si lo hubiese sabido se hubiera dedicado a la producción de señaladores, quizás así hubiese lucrado muchísimo más, quién sabe...

Creo que ninguna frase puede resumir Rayuela. Si tuviera que citar una sola, tendría que citar todas y cada una de las palabras que la conforman. Es imposible transmitir la magnificencia, la lucidez, el acierto que hubo en cada tecla de la máquina de escribir que presionó Julito cuando compuso esta novela.

¿Y por qué tengo que buscar en facebook para ver cómo se lo recuerda? Es solo un caso particular que ejemplifica la generalidad. Recuerdo que a principios de cuarto año en el colegio secundario nos pidieron que llevemos algo relativo a la literatura que nos gustara. Yo llevé un poema de Lope de Vega que comienza con "Desmayarse...". Un compañero de curso llevó la frase matadora de Rayuela. En ese momento me sentí deslumbrada, hoy veo que solo era otro miembro del club.

¿Se preguntan cuál es el verdadero motivo de mi indignación? El miedo. Así como a Julio Cortázar se lo recuerda por "Andábamos...", probablemente a Francella se lo recuerde por "A ponerla" y a Maradona por "Que la sigan chupando". ¿Me importa? No, no me importa en absoluto, no admiro a esta gente y no me interesa que sus esfuerzos por alcanzar la gloria sean reducidos a dos frases impertinentes. Sin embargo, admito que este peligro está vigente para todos. La inquietud que me genera esta situación es la siguiente: ¿Cuál será la frase con la que se me recordará a mí?

Hay casos en los cuales se les atribuye frases a autores o figuras públicas, frases que jamás fueron pronunciadas por ellos. Bob Marley es uno de los más castigados por esta mala costumbre. Aún peor es cuando esas frases pertenecen a otra persona, puede ser perjudicial o puede beneficiar al implicado, pero aun así es inmoral en el primer caso y una falta de respeto a quien realmente la pronunció en el segundo.

De manera que no estamos a salvo de la memoria selectiva de nuestros seres queridos, de nuestros admiradores, de nuestros lectores. Siempre estamos expuestos a ser recordados por lo que no queremos, por lo más insignificante, por la primer página de nuestra obra, por el momento de enojo, por la falta de escrúpulos.

Para cerrar este breve ensayo no me queda más que decirle, señor lector, señora lectriz, que si planea citar a Cortázar, si usted se atreve a citar al magnífico Julito, mínimamente, léase toda la novela.

lunes, 25 de marzo de 2013

La primavera en aquel barrio se llama soledad
Se llama gritos de ternura pidiendo para entrar
Y en el apuro está lloviendo, ya no se apretarán
Mis lágrimas en tus bolsillos, cambiaste de sacón...

Un día nos encontraremos en otro carnaval
Tendremos suerte si aprendemos que no hay ningún rincón
Que no hay ningún atracadero que pueda disolver
En su escondite lo que fuimos, el tiempo está después...

martes, 19 de marzo de 2013

Moleskine 13

Ahí estabas, tan vulnerable al placer... Nunca había llegado a atravesar el misterio que se escondía al fondo de tus insondables gestos. Sin embargo, ahí estabas, dado a tu empresa, caían gotas de sudor de tus sienes y algo te conmovía. Ahí estabas vos, el uno, el único entre todos tus yoes. En esa breve intimidad fuiste mio por un instante tan insignificante como un canto rodado deslizándose por un precipicio. Te tuve en la palma de mi mano, tuve toda tu ausencia, tu resignación, tu aspereza. Te tuve, ser escurridizo, te tuve y te miré a los ojos, te tironeé del cabello, te besé violentamente, desesperadamente. Te tuve hasta que me fuiste negado, hasta que volviste la cara en otra terminal.

sábado, 9 de marzo de 2013

-

Esperaba tener lágrimas, lágrimas para llorarte; esperaba tener palabras, palabras de despedida. Pero te fuiste en silencio y en silencio me dejaste. El silencio es falta pero llena más que cualquier condolencia, el silencio es vacío pero colma mi corazón. Te fuiste un día feo, un día triste te fuiste, y no me lo esperaba. Uno nunca espera la soledad de una habitación. Y quisiera escribir un poema sobre tus virtudes, un réquiem lorqueano, una exaltación del dolor. Lo pensé incontables veces en estos últimos meses, pero hoy me robaste las palabras, hoy me veo inclinada a hablar del silencio y del vacío y de la espera. Tal vez porque hace rato que te fuiste, porque tenías un pie allá y otro acá. Tal vez porque hace rato que te estoy extrañando.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Moleskine 10

Hoy me encuentro queriendo escribir de nuevo algo sobre vos sin saber qué es lo que me motiva, si tu figura fantasmática o tu huella indeleble; o la promesa de un lenguaje poético que despierta en mi tu ambigüedad característica. No quiero reproducir la iterabilidad literaria, no quiero insistir en la remarca de tus rasgos con prosa machacona. Ojala no te dieras cuenta de la mediocridad que me conforma. No quiero que te enteres de que te pienso como un Holiveira, solo con su hego, arrojándose a los ríos metafísicos, utilizando las haches como la penicilina, solo con su hego... Solo en una multitud de amores. Y de nuevo la iterabilidad. Me siento como La Maga con esa ingenuidad originaria, primigenia, tratando de encajar, de acompañar, de tirarse al Sena cada día. Esa Maga que te sigue aún sabiendo que no es parte de tu búsqueda, que te será por siempre indiferente por lo terrenal, por lo ordinaria. Pero igual espera, con una paciencia inagotable e insuficiente, que encuentres en tu bolsillo lo que está a seis mil kilómetros.

viernes, 15 de febrero de 2013

Que no te mate
Nuestro ritmo acelerado
Nuestras ansias de primicia
Esa comida chatarra que consumimos de los diarios
La virulencia inusitada de una manifestación matutina
El asfalto riguroso que suda tras los pasos

Que no te desanimen
Los improperios del chofer en pleno cruce
Los empujones del malón alborotado
Ni las colillas de cigarro
Ni el paisaje residual
Ni las bocinas invasoras
Ni la senda peatonal

Algún día volverás a la quebrada
Paisanita enamorada
Con ansias de carnaval
Por ahora estás guardada
Esperando escapar de este embrujo
Paisanita andariega
En continua remembranza

Resistirás la burocracia
Su ineficacia
La arrogancia de los que no te entienden
Y te maltratan

Que no te gane la nostalgia
Que no pierdas la ilusión






miércoles, 6 de febrero de 2013

Celular

En la era del "visto"
De los dos tics, del mensaje enviado
Enloqueciendo con tan poco
Con tampocos
Tratando de averiguar
Qué estará haciendo
Qué estará fumando
Qué estará cojiendo
Para no contestar
UN mensaje.

Y mientras tanto uno y su insomnio
Uno y su estupidez
Uno y su incontinencia
Y el 813
Y Shakira.

sábado, 2 de febrero de 2013

No se asusten

No es que yo haya vuelto atrás en el tiempo, es que Blogger me histeriquea con la plantilla...

miércoles, 16 de enero de 2013

Moleskine 8 (del retorno)

Al llegar esperaba encontrarte en algún recoveco citadino fumando la última colilla incandescente del paquete cancerígeno. Esperaba hallarte con numerosos adjetivos y hacer carne el verbo. Pero me había olvidado de que Buenos Aires tiene otra frecuencia, preferí borrar de mi cerebelo ese compás maligno de canilla mal cerrada, ese pájaro carpintero que recuerda al sometimiento. En esta ciudad donde no existe el perdón después del empujón no vas a sentirte culpable por no llamarme. Aunque juro que me empujaste, juro que me tiraste a la punta de mis nervios. No puedo seguir escribiéndote, tengo que aceptar, que volver a la carga con la carga, la frente en alto y la sonrisa a flor de piel.













En el fondo no te suelto, te sigo abrazando en la terminal.
 
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