viernes, 26 de julio de 2013

Elecciones

A veces me imagino a mi mamá diciéndome, cabizbaja y con un tono indignado, casi rozando la compasión: "-¿Nunca un médico, vos? ¿Nunca un analista en sistemas? ¿Nunca un empresario?" Pero no lo dice. Antes pensaba que no lo decía porque no se animaba a descoserme la sonrisa o a desbaratarme el buen tino, pero horas de reflexiones irrelevantes me condujeron a pensar que no lo hace porque ella vio lo mismo en mi viejo. Qué habrá visto, se preguntaran ustedes... el potencial. La posibilidad de devenir infinitamente, de escaparle al estereotipo, a la masa ingrávida que nos invade poco a poco, al canon burgués. Pero si hay algo que aprendí es que un devenir desmedido, hiperbólico, conduce a la muerte. Y yo creo en la thanatografía derridiana, en esa obsesión por la huella que llega a la pérdida de la propia pisada, se lo destructivas que pueden resultar las intenciones de una desterritorialización inconmensurable. En el otro extremo está mi viejo, absorbido por el sistema, ¿Feliz? ¿Se puede ser feliz en esta vida? ¿Cuáles son nuestras verdaderas posibilidades de desterritorialización? ¿Hasta qué punto se puede acompañar la desterritorialización ajena?
Si estamos condenados a elegir como dicen, el patrón de nuestras decisiones demuestra que no hay libertad en ellas, siempre elegimos lo mismo, porque somos rehenes de nuestras propias decisiones.
 
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