lunes, 18 de noviembre de 2013

Las leyes de la cortesía

Bajar en pijama y despeinada en mitad de la sesión de spa para RRRostro que le regalan a tu madre con la condición de aceptar sin cuestionar las nuevas necesidades inventadas por la industria cosmetológica para venderle una máscara de felicidad hecha de mentiras prefabricadas especialmente para ella, y de arrastrar sin demora a tres, seis, diez amigas que quieran someterse al ritual de ponerse mierdas con olor a vainilla en la cara. Bajar, en pijama y despeinada, cruzando el ejército de mujeres en vincha. Y comerse los alfajorcitos de maicena, las palmeritas y el budín de limón con mofa adelante de la señora-del-spa porque no me interesan las cremas con frutos exóticos, no se si la calendula existe o la inventó hace cinco segundos. Pero las leyes de la cortesía....

Y tu mamá, a la que querés mucho y está emocionada con ser la "anfitriona". No, no decís nada. Solo hacés oídos sordos al tono de lamento de la señora-del-spa: "Ay, te perdiste el spa de rostro". "Lof lafmenfto tafnto sefñora", le contestaría, con tonito sarcástico y la boca llena de budín. Pero las leyes de la cortesía....

Una vez pasé por esa experiencia, y cada segundo que malgasté en escuchar la explicación de para qué servía cada crema pensaba: mechupaunhuevomechupaunhuevomechupaunhuevo. Pero las leyes de la cortesía...
 
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