Estoy a pocas palabras de terminarte, Monografía, y no ya a pocas páginas ni a pocos párrafos. Me encuentro cerca de cerrarte herméticamente, colocarte el moño invisible y tirarte a las garras - ganzúas terribles - de quien te leerá con ojo crítico y malévolo mientras te busca las fallas más imperceptibles que puedas tener y corrobora triunfal que sos imperfecta, porque saliste de mi sesera - apenas dos días antes de la entrega. Y ¿Qué me detiene, Monografía? ¿Qué me detiene? Será la nostalgia, que me impide poner el punto final. Será la consciencia de la interrupción de tu impredecible devenir (la imposibilidad de ser todas las que no fuiste). Será la tristeza de desechar dos meses de ideas saltarinas que me invadían y me susurraban con aires seductores, que me pedían que las elija en lugar de otras. No se, Monografía. Pero te voy a extrañar ahí, como pájaro carpintero, como asunto pendiente; voy a extrañar el acariciarte en algún recodo de mi mente exprimiendo lo que otros llaman memoria con desesperación, con urgencia. Lo más parecido al amor me pasó con vos: llegamos a rozar el odio. Pero hoy te vas y me dejas vacía, te escapás del cajón donde están los tres finales y el ciclo de grado y los cinco años que me deben faltar para recibirme. Te escapas después de haberte pedido que te vayas, que no me sigas, que teníamos que tomar caminos diferentes.
Se que te voy a olvidar pero, como dije alguna vez, no duele menos por saber que algo es prescindible.
Las líneas de Nazca/ Diario #1
Hace 7 años