Martes tres de enero del año 2012. Dos días pasaron ya y sigo convencida de que el 2011 fue el mejor año de mi vida. Cuando reflexionaba al comenzar el año sobre el 2010 pensaba que me había superado en muchos sentidos, que no era posible que el 2011 fuera mejor. Pero, sin embargo, lo fue (y, como todo lo bueno, paso volando). En este momento siento como si estuviera recordando un libro que leí hace mucho tiempo atrás. La trama se presenta clara y concisa, pero las escenas se desdibujan y se van distorsionando en mi cabeza. Me cuesta hacer un recuento cronológico de cada momento importante, de hecho me cuesta juntar esas vivencias en un mismo paquete. El cbc y la emoción de empezar a estudiar lo que me gusta parece demasiado lejano... al igual que una cantidad importante de momentos felices que se esfumaron. A pesar de la satisfacción que me da haber crecido tanto, en un solo año haber tenido tantas nuevas experiencias, no puedo evitar tener un sabor amargo en la boca. Como esa sensación que tiene el dueño de una mansión cuya empresa se va a la quiebra y tiene que empezar a recortar gastos, vender el rembrandt y el yate... el haberlo tenido todo y haber perdido una parte importante. En este momento los recuerdos duelen, no fue fácil llegar a sentirme realizada después de una intensa búsqueda y mucho menos renunciar a esa plenitud. Pero aun ahora que reina una especie de estado catatónico en mi psique (diría Ignatius) aun cuando parece que Fortuna se empeña en que se alargue este ciclo pseudo depresivo en un momento tan inoportuno como es el verano (demasiado ocio, demasiada disponibilidad), es un consuelo analizar los hechos y llegar a la conclusión de que actué sensatamente en todo momento. Y realmente no vale la pena imitar las conductas que considero patéticas... no voy a juzgar todo un año de esfuerzo por un par de meses cabeza para abajo en la rueda.
En este momento mis mejores amigos son el trabajo, los mates, la comida abundante y los chistes internos. Se que se viene un año heavy... trabajar a la mañana y estudiar de noche no debe ser tarea fácil. Pero no veo la hora de empezar, no veo la hora de estar en Puan porque se que es mi lugar, porque todo lo que quiero está ahí, porque se que me esperan jornadas maravillosas cerca de la gente "del palo". Y si algo más tiene que pasar en este año que empieza no lo voy a estar esperando, porque si hay algo que aprendí once meses atrás es que es cierto que las mejores cosas son las inesperadas.