Ponete otra cosa.
No importa, es de cadera, no tenes panza, con algo sueltito lo disimulás bien.
No es tan grave, tenes un poquito de sobrepeso nada más.
Cerra la boca porque te va a quedar el cuerpo deformado.
Tenes que dejar la pepsi, empeza a tomar agua mineral
Porciones más chiquitas
No tanto dulce
Comprate otra ropa
¿No tenes otra cosa para ponerte?
¿No tenes tiempo para hacer ejercicio?
Tenes que hacer ejercicio
Estás sentada en una oficina todo el día
Sí, sí y sí. Pero... ¿Por qué? ¿Por qué a mi? Yo era flaquita... yo comía, comía lo que quería. Ahora mi propia ropa complota contra mi. Como si se me hubiese revelado, como si fuera una venganza por todo lo que comí sin culpa en esta vida entera... Todo vuelve. En forma de grasa adiposa. Y se instala. En mi cuerpo.
Nunca entendí el mambo de mis amigas - de las mujeres en general - con el tema del peso. Siempre parecía que era una obsesión inútil. Les decía que dejen de preocuparse mientras le hincaba un diente al cuarto de libra con queso viendo con lástima - con repugnancia - la ensalada César, tomándome un café con tres cucharadas de azucar y detestando el edulcorante, casi indignándome ante la visión de una galleta de arroz. Ahora me siento mal cuando la gente que me conoce insiste en que no estoy gorda. Pero yo lo veo. No me mientan, estoy gorda. Ahí pueden ver el rollo, ahí pueden tocarlo. Me sobra carne, carne que antes no estaba.
¿Cómo fue? Fue estrepitoso. El año pasado me ponía esta ropa todos los fines de semana, era una diosa. Todos mis vestidos son ajustados. Todas mis remeras son de modal o lycra. Jamás me sentí culpable por comerme una porción de lemon pie. En enero me vieron desnuda y me elogiaron el cuerpo - ¿Estaba gorda ya? No lo se.
Nunca había notado lo flaca que era. Ni yo ni el resto de la gente. Ahora es ver una foto de cualquier modelo y darme cuenta. Ver las fotos de las últimas vacaciones de mi mejor amiga en Santa Teresita. Qué hija de puta. Y tiene un año más que yo, ni siquiera tengo esa excusa.
¿Cuándo fue que empecé a comer desaforadamente? Tal vez cuando me dejaron de tomar en serio. ¿Qué hago? ¿Gasto en el psicólogo o gasto en el gimnasio? En el gimnasio, para psicólogo está este blog. Aunque no me responde. Hola, blog, dame una respuesta. Decime por qué estoy gorda, y si estoy gorda porque comí mucho decime por qué comí tanto, y si comí mucho porque no me tomaban en serio decime por qué nunca me toman en serio. Por ahí sentía que esa medialuna me tomaba más en serio que el resto.
Pensé un par de soluciones. Pensé en empezar a fumar porque supuestamente te saca la ansiedad. Después me di cuenta de que iba a dejar una adicción para empezar con otra. Como medida de acción dejé la gaseosa y las cosas dulces. Las harinas no las largo. Hoy me comí una pizza kilométrica. El lunes empiezo el gimnasio.
Mientras tanto, voy haciendo este reporte. Ahora me toca experimentar este abismo. Odio las cintas de correr y las bicicletas fijas, odio el sudor del gimnasio y su olor a adrenalina. No necesito pisar uno para saber que los odio, simplemente lo se.
Una amiga me ofreció ir a Cormillot pero siempre pensé que era un viejo chanta. Algunos de mis ideales tienen que permanecer intactos. No voy a pagar 400 pesos para que ese señor me haga cagar de hambre, para eso me mudo a Etiopía.
Mis ideales, ¿Qué quedará de mis ideales? Dije nunca dietas, ahora semi-dietas, dije no gimnasio, ahora gimnasio. Después digo que me enorgullezco de ser una persona consecuente con sus actos. Pero sino ¿Quién me va a querer? Me falta tener gatos y vivir sola para completar el estereotipo de mujer solterona.
En el fondo se trata de eso, porque sino no me importaría y me quedaría tirada comiendo pochoclos y viendo una peli. Hoy fui al cine y no comí pochoclos. Es difícil no masticar nada estando en el cine, es difícil no masticar nada estando en cualquier situación cotidiana - me voy a empezar a comer las uñas.