miércoles, 26 de noviembre de 2008

Sobre pájaros, amigos y destino, si es que se pueden combinar esas tres cosas

Cuando yo era chica, cosa de 4 o 5 años, tenía dos pajaritos. Uno se llamaba Lucas, era amarillito. El otro se llamaba Matías y era gris. Sus nombres habían surgido de mis “novios” del momento, bautizados de la misma manera. No se si por una cuestión de racismo puro de la infancia prefería al amarillo o qué, la cuestión es que el otro tomo revancha escapándose para siempre. La nona los cuidaba porque mi mamá nunca tenía tiempo para nada, ni siquiera para ella. Así que vivían ahí y yo los veía todo el tiempo, porque yo pasaba la mayoría de mis días en esa casa. Un día, la nona tuvo que ir a la casa de mi tío Beto, en La Reja, ahí cerca de Moreno, tenes que tomar la Gaona o algo así escuché siempre. No podía cuidar a mis mascotas así que decidió dárselos temporalmente a Don Delio. Don Delio era un ancianito que vivía justo enfrente de su casa y cuidaba pajaritos, todos estaban en la cochera en sus jaulas y Don Delio les prestaba su dedicación cada día que pasaba. Lucas (porque Matías ya había pasado realmente a mejor vida, libre de cualquier jaula), iba a estar bien. El tiempo pasó y mi abuela nunca fue a buscarlo, y no creo que lo haya hecho sin querer. “-¿Y Lucas?” “-Está con Don Delio que lo cuida bien” Me habían arrebatado a mi única mascota, después de haberme conformado con un pico y un par de plumas cuando yo quería un perro lanudo y enorme me lo habían usurpado. ¿Y ahora quién formaría parte de mis composiciones sobre “pets” en inglés? Mis preguntas eran insistentes pero a decir verdad no tardé mucho en olvidarlo. A veces se me ocurría preguntar, ya sin esperanzas de volverlo a ver.
Varios años después yo tendría unos ambiciosos doce años y querría cambiar el mundo. Estaría en la vereda de la casa de mi abuela y escucharía que alguien estaba tocando la flauta. Vería que el sonido provenía de la casa de enfrente, producto del soplido de una chica que se asomaba por la ventana. Conocería a Romina y a Giselle, que se convertirían en mis mejores amigas. Tendrían un abuelo llamado Delio, que cuidaría de sus pajaritos tal como lo había hecho desde el principio. Posteriormente, Delio dejaría este mundo después de haber luchado en un hospital por varias semanas. Yo habría perdido a Lucas para siempre, porque era incapaz de reconocerlo y nadie en el mundo de los vivos podía hacerlo por mi. Ni siquiera tengo idea de que siga estando en alguna de esas jaulas, quién sabe… Perdí a una mascota, gane a dos amigas, ellas perdieron un abuelo y ganaron otro pájaro. Un trueque bastante extraño producto del destino, de las casualidades y algo más que todavía la gente que hace el experimento de los seis grados de separación no entendería.

No hay comentarios:

 
template by suckmylolly.com