La solución es el nihilismo. Muchas veces la sensación de que todo está al borde de un precipicio me acecha, me ahoga, me desarma. El necesario compromiso inminente de cual debería formar parte es un llamado constante a las puertas de mi conciencia. Y sin embargo, no puedo. No puedo quejarme, no encuentro la clave en la queja. No veo como algo tan poco productivo como la amenaza constante, la contradicción constante, puede ser una opción. Es ese tira y afloje. No me dan ganas. Me muero de ganas, pero no me dan ganas. No me dan ganas de comprometerme si al lado mío hay gente que imita a una figura de la política que está trillada y recontra trillada, sin necesidad. La mayor parte de la audiencia no sabe, no entiende. No reconoce en la palabra “compañero” el símbolo de algo. Ni siquiera quien lo dice con tanta seguridad fingida lo conoció alguna vez. Cosas, pequeñas cosas que no me convencen. Ellos nunca me convencieron, porque los conozco. Porque la intolerancia es su estandarte escondido, porque manejan. Porque se asemejan a los políticos, y los políticos no me gustan. Porque piensan que tienen más derecho que otro por una cuestión de votos.
No es ese el único problema. Hay otras decepciones que influyen. Siempre vi en él una figura de respeto, de convicción, de ideales. Me va defraudando lentamente, imparable. Es una piedra rodando desde la cima de una montaña, no puedo detenerla, no puedo. No se sus verdaderas intenciones, se asemeja a los otros cuando me habla de desaparecidos y de dictaduras y de problemas graves “de verdad”. Como los otros, también se cree superior. Lo peor es que no sé a quién representa en toda esta historia. No se si es el héroe o el villano. Y más allá de eso, ¿Yo qué puedo hacer? Después de todo es lo que es, no puedo pasar sobre él. Cuando habla de los pendejos de mierda me encantaría ir corriendo a denunciar la hipocresía. Sí, aspiro a ser escritora y me encantaría mandar a todos ustedes, corruptos, al carajo. ¿Vieron que linda que soy, que educada? Él también los odia, él también piensa que sus reuniones son aburridas, él también se caga de hambre. Él es un zurdito, pero ahora hace buena letra para caerles bien…. Y no se hasta qué punto. No se a quién está engañando. No me extrañaría que fuera uno de ustedes.
Y yo misma, y mis dos caras. Mis dos caras que tironean, representadas por tantas posturas como estrellas en el cielo. A veces participar no es una opción. A veces es mejor quedarse al margen, antes que formar parte de algo que no se cree, o condenar algo que se apoya en silencio. A veces es mejor abocarse a lo que uno sabe, callar y bajar la cabeza, esperar tiempos en los cuales sea una obligación decidir, aprender de ello. No apresurarse, no querer crecer de golpe. Se que algún día voy a estar lista para devolver algo de lo que se me dio, y cuando lo haga no va a ser reclamando, no va a ser chillando y pataleando, va a ser algo que salga de mi, va a ser algo producto de mi naturaleza y no de seguir consignas ajenas. Puede que algunos no lo entiendan, o crean que omitir es expresar disconformidad. No es así. Los que omiten son los que están esperando para hacer un cambio diferente, no se si mejor o peor, pero diferente. Los que omiten son los que se debaten interiormente todo el día, los que tienen más interés del que aparentan.
1 comentario:
me encantó.
este post se merece unos cuantos comentarios así que le voy a hacer propaganda :B
sos una genia Sofi. ojalá que algún día te lo reconozcan porque escribís muy bien
besitos :D
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