El sonido se derrama por el marfil
Melodía apolínea, pulcra, perfecta
Una cadencia… una caricia
Lo puedo sentir, el sufrimiento…
La puedo sentir, la melancolía…
Dedos que juguetean rutinariamente
Deleitan, condimentan la noche pálida,
La noche cálida
Sobre todo, narran
Historias mudas, historias de silencio
El tiempo se detiene allí donde suena
Y al abrir los ojos con el último suspiro
Exhalado en ese lapso inconmensurable
Me doy cuenta, nos damos cuenta
Del eterno retorno o el retorno imposible
De la insignificancia del ser
De su carácter perecedero
Todo por ese sonido…
La melodía deja de ser pulcra
Se transforma en una sentencia
En la conciencia de la mortalidad,
De la precaria longevidad
Este es el poema que escribí para un concurso de la APOA.
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