Ahí estabas, tan vulnerable al placer... Nunca había llegado a atravesar el misterio que se escondía al fondo de tus insondables gestos. Sin embargo, ahí estabas, dado a tu empresa, caían gotas de sudor de tus sienes y algo te conmovía. Ahí estabas vos, el uno, el único entre todos tus yoes. En esa breve intimidad fuiste mio por un instante tan insignificante como un canto rodado deslizándose por un precipicio. Te tuve en la palma de mi mano, tuve toda tu ausencia, tu resignación, tu aspereza. Te tuve, ser escurridizo, te tuve y te miré a los ojos, te tironeé del cabello, te besé violentamente, desesperadamente. Te tuve hasta que me fuiste negado, hasta que volviste la cara en otra terminal.
Las líneas de Nazca/ Diario #1
Hace 7 años
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