- Se levantaba todos los días temprano para ir a la fábrica. Se ponía su guardapolvo celeste, peinaba su cabello corto, se calzaba los zapatos lustrosos, le daba un beso a su papá en la mejilla y salía con su hermana a la calle. No había Panamericana, no había General Paz... Los muchachos las respetaban.
- Estaba acostumbrada a lidiar con hombres, como delegada tenía el trabajo de dialogar con ellos defendiendo a su gente. Con sus dieciocho años era capaz de sostener huelgas, ganar almuerzos y ayudar a los trabajadores. Le decían "señorita de acá", "señorita de allá" pero jamás se propasaban con ella. Los límites siempre habían estado claros.
- Si era necesario enfrentarlos, los enfrentaba. Una tarde, al llegar a la fábrica, encontró a una de las empleadas de su piso llorando. La muchacha apenas llegaba a producir treinta unidades en el tiempo que la empresa estipulaba como máximo para esa cantidad. El jefe la había visto trabajar y le había dicho que si no llegaba con la producción la iba a mandar a Alaska. Nuestra protagonista tuvo que dirigirse a su despacho y dejarle en claro que si seguía maltratando a los empleados el sindicato iba a tomar represalias.
- Al principio, cuando le anunciaron que uno de los encargados de piso se comía los mocos no lo creyó. Tuvo que esconderse para ver cómo, de forma alevosa, el acusado llevaba a cabo el hecho por el que se lo acusaba. Lo cambiaron de área tras las múltiples protestas de las damas.
- No olvidaba cuando habían causado el despido de un comunista que delató los planes del sindicato. En la asamblea asentía, pero luego pegaba papeles en la fábrica alertando a la patronal.
- Su solidez de espíritu no era solamente con sus rivales. Cuando su primo, que había entrado a la fábrica gracias a ella, recibió dos llamados de atención, lo obligó, tras múltiples avisos previos, a firmar la renuncia delante de sus superiores.
- A pesar de la responsabilidad que acarreaba no se olvidaba de que era joven. Le gustaban las milongas, iba a escondidas pero siempre se aseguraba de volver a casa a horario. Todos los viernes la excusa era una supuesta despedida de soltera.
"En el barrio hay cinco chicas: cuatro son malas; una es buena."
- Al menos no salía con un tipo casado, como hacían algunas de sus compañeras. La jugada podía salirles cara: varias habían recibido golpizas y a algunas hasta las habían tirado a las vías del tren. Ella las cubría hasta donde hacía falta pero intentaba no involucrarse con nadie en la fábrica.
- A la Porota le hicieron la cruz cuando se embarazó antes de casarse. Ella no correría esa suerte: "Besos y abrazos no quitan pedazos" siempre se repetía. Pero sabía que había algo que no tenía que hacer.
- Al pasar los años se enamoró de un tal Roberto que en realidad se llamaba Oscar diciéndole que su nombre era Beatriz aunque no era otro que Olga. Tuvo tres hijos, un varón y dos nenas. Renunció a ser diputada para formar una familia. Vandor solo confiaba en ella, le insistía en que podía llegar lejos pero ella tenía miedo. Prefirió otra vida, la vida aburguesada, la tranquilidad del hogar, el carácter fuerte del marido, la crianza de los hijos, la casa quinta de verano...
- Sin embargo, de vez en cuando, le gustaba jugar a la ruleta en el cuartito de arriba con su hijo varón y sus amigos. Se apostaba fuerte en ese cuchitril. Encendía un cigarro y tomaba un whisky hasta que los gritos de su marido subían por las escaleras: "¡Nos van a meter a todos presos!".
Esa es la historia de mi nona. Mi nona, que si hubiese vivido en otra época podría haber sido tantas cosas... pero vivió en su época, le pesaron los prejuicios y eligió. Eligió ser la buena, eligió casarse y formar una familia, eligió una vida mundana renunciando a oportunidades extraordinarias. Eligió ser mi nona. Tomó la decisión de traerme pan con manteca a la cama, enseñarme la marcha peronista y hacerme la trenza-rodete para que no me agarre piojos al ir a la escuela.
¿Y por qué escribo yo la historia de mi nona? ¿A quién puede interesarle? A nadie. La escribo porque ayer me la contó y no quiero olvidar.
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