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viernes, 6 de mayo de 2011

ODIO LA DIETAAAAA

Yo quiero ser feliz y elegir comer arroz, y elegir comer fideos con aceite y queso, maldita imposición estomacal que hace que tenga que consumir galletitas de agua insípidas con jamones crudos en el envase, malditos capitalistas se piensan que por tenerla clara con el marketing me pueden hacer desear remotamente sus porquerías, en todo caso iré a Sadía y me compraré un jamón enorme mientras se me hace agua la boca por una buena hamburguesa con ketchup, savora, tomate y queso, bien completita, y unas medialunas de manteca con manteca, y unos ravioles con tuco, algo relleno, algo que me llene, ALGO. No entiendo a la gente que vive así, realmente cuánto puede uno soportar cagarse de hambre viendo como los otros se dan banquetes a cada segundo, para mi es inconcebible. Homero nunca lo dijo mejor: no vives de ensalada. Yo ni eso puedo comer, estoy peor que los chinos a base de arroz, peor que los bebes a base de fideitos. Pero me voy a vengar, lo juro. Cuando pueda comer voy a vaciar toda la heladera, todo el supermercado, hasta la góndola de los congelados, solo voy a dejar las galletas de arroz (A.K.A. telgopor) y cualquier cosa que diga que es dietético, porque para mi con solo decirlo ya tiene un sabor más amargo.


Driving crazy on facebook:

Que crueldad la de Kraft S.A., te pone un jamón crudo en el envase de galletitas de agua para hacerte desear lo que no podes comer, porque es obvio que el que come eso no lo hace por elección, sino por necesidad... ¿Quién no comería un chocolate antes que esa porquería insípida, incolora e inodora?. Hijos de puta.
Hace 40 minutos · ·

martes, 9 de septiembre de 2008

Para todos los gustos


Dedicado a Carolina Aguirre (http://bestiaria.blogspot.com/) la mejor clasificadora del universo.


Aunque parezca que no, se pueden inventar miles de maneras de alimentarse, cada una distinta y original. Y las personas las adoptan y así se convierten en un catálogo de comilones.
1-El selectivo: El que como tiene una manera especial de comer las cosas, siempre deja lo que considera mejor para el final y prefiere, por ejemplo, queso con fideos o ketchup con papas fritas, es decir, siempre elije el complemento como la parte dominante del plato. Algunas personas piensan que su forma de comer es extraña y hasta asquerosa pero el selectivo se defiende: “sobre gustos no hay nada escrito”. Este personaje, además, es bastante quisquilloso cuando le ponen delante un plato que no le gusta, y lo irrita el hecho de que se acuerden después de habérselo servido aunque lo haya repetido millones de veces.
2-El copión: Siempre hay alguien en el mundo que copia al que tiene al lado. Su gusto de helado es siempre “el que pidan los demás” y si va a cenar con una pareja espera a que pida primero ya que le produce orgasmos múltiples la frase “a mi lo mismo que a él/ella” o “entonces dos porciones de sorrentinos, por favor”. Muchas veces es considerado como caballeroso, adaptable o conveniente por tener los mismos gustos, pero en realidad es un pobre diablo tratando de encajar en el mundo y tiene menos originalidad que un cantante de cumbia, tiene tanto miedo al rechazo que se acopla a los demás, sea cual sea la decisión y aunque odie lo que el otro está pidiendo.
3-El repetitivo: El repetitivo puede ser encontrado en un restaurant de barrio o un bar poco conocido. Todos debemos conocer, al menos, un repetitivo en nuestra vida. Es nada más y nada menos que el que pide siempre lo mismo, vaya a donde vaya. Su frase predilecta es “mozo, bis” y la frase predilecta de sus acompañantes es “¿No te cansas del pollo a los cuatro quesos?” Y no, el no se cansa, el es feliz así. Psicológicamente podríamos decir que le tiene terror al cambio y las cosas nuevas, que tiene un trauma de la infancia o que está muy ligado a su pasado. Sea lo que sea, la determinación del repetitivo no flaquea nunca, ni siquiera en su casa, cuando cada vez que invita a alguien a cenar hace pollo a los cuatro quesos. Nunca sabremos si es una estrategia o una mentira, eso solo lo conoce él.
4-El intento de repetitivo: Es parecido al caso anterior, pero a este no le sale completamente la jugada. Desayuna tres meses lo mismo pero al cabo de ese lapso de tiempo, comienza a comprar alfajores en lugar de magdalenas porque ya está re podrido de la rutina. Lo mismo pasa cuando va a comer afuera, va a tomar un helado o pide sushi. Su frase predilecta es “yo soy fiel a lo que como, siempre”. Lo compadezco, es un intento frustrado de repetitivo, pero se merece estar en nuestra categorización.
5-Al que le da lo mismo: Este es, quizá, uno de los más cómicos. A él le da lo mismo salmón o guiso de lentejas, por más diferentes que sean. Y tal vez podemos atribuírselo a su vagancia o a su indecisión. De cualquier manera, ama la frase “Así está bien” y “No hay problema” o “¿No tenés sal? Mejor, tengo el colesterol alto”. Su conformismo desespera a muchos y hasta despierta cariño en otros. Seguramente la causa de este es no incomodar a los demás.
6-Al que le da lo mismo por otros motivos: También conocido como “todos los colectivos lo dejan bien”, este personaje ama comer en general, no arma espamento por nada, no le hace asco ni a una cucaracha. Es bastante distinto al caso anterior, en este caso no es por no incomodar, es que realmente no le importa qué comida haya, sino que haya comida.
7-El nene de mamá: Casi siempre novio prematuro de alguna joven de mucha paciencia. Él cree que todo lo que existe en el mundo y no está fabricado por su madre, es peor. Y la comida no es la excepción. Tal vez por sus recuerdos que con tanto anhelo guarda sobre un budín de pan casero o unos bollos de verdura hechos con amor (es que no, la otra gente nunca logrará hacerlo con el mismo amor que su madre). Siempre le encuentra lo malo a la comida que uno hace y da consejos repetidos sobre las recetas maternas que empiezan así: “Lo que hace mi mamá…” “Si mi mamá estuviera acá te diría…”, etc.
8-El barril sin fondo o come sobras: Siempre me gustó llamar así a los jefes de familia rechonchitos, que se comen las sobras de sus hijas esqueléticas. No solo se comen su comida, sino que se comen lo que queda en los platos de toda su familia, y después le queda espacio en el estómago para “una frutita”. Son los mismos que prometen dieta o adelgazamiento y nunca lo cumplen. O tal vez consideran dieta a comer un plato repleto y no dos. Generalmente prefieren la comida recalentada a la recién hecha.
9-Los excéntricos: Por alguna extraña razón no podemos catalogar su comida como “normal”. Los excéntricos se la pasan en restaurantes de sushi probando cada pescado crudo que existe. También los podemos encontrar en cada lugar vacacional donde existe una carne rancia asándose, dando vueltas atravesada por un palo, o en el programa de marley comiendo bichitos sin asco mientras se escucha el crunch cuando lo mordisquean. Justifican su rareza diciendo que les gusta probar cosas nuevas y que no se cansan de perfeccionar su paladar.
10-Los grasas: En cada club o bar de mala muerte hay un grasa con un super pancho cargado de papitas y medio crudo. Otro de sus menús es el caldo del bufete o el guiso de arroz y carne del mismo bufete. Y si, les encanta comer con los muchachos y de paso tomarse una cervecita.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Mis placeres y decepciones culinarias

La gente que me conoce se sorprendería si les dijera que soy una golosa. Que tengo, con la comida, una relación de amor profundo, aunque escondido. Lo que pasa es que soy muy selectiva con mis gustos culinarios, no me gusta mucho la comida elaborada, prefiero las comidas simples. Pero el tema que voy a tratar acá además de los comestibles que más me gustan es la forma de comerlos, ya que también soy selectiva con eso. Y sí, para mi no es lo mismo. Una de las cosas que más disfruto, por ejemplo, es comerme el triangulito de queso adler entero, sin untar. Retenerlo en la boca e ir tragando lentamente cada bocado. O meter el dedo en el dulce de leche. O agarrar el pan y literalmente vaciarlo: sacarle toda la miga y comerla, dejando la otra parte. También estas rarezas o manías se me notan al comer sándwiches o hamburguesas. Como todos los bordes y al final me como el centro, obviamente, la parte más rica en condimentos y colesterol. Hay un trámite parecido con el huevo frito: me como la yema con abundante pan, solo después de haber deglutido sin mucha gana la clara. Y parece mentira que disfrute más de esas cosas al hacerlas de una manera diferente que otras personas pero es así. Como cuando como el bonobom por capitas y al final muerdo con ganas el corazón o me chupo la cremita de las óreo y después me como el resto de mala gana. Otra cosa que disfruto es el caracú, creo que como el puchero solo por eso. Uno de mis sueños cósmicos es encajarle un mordisco a un pedazo enorme de queso, si, como un ratoncito, que queden los dientes bien marcados… todavía no lo intente, pero algún día, cuando viva sola y a nadie le importe un queso mordisqueado, lo voy a hacer.
Y también me decepciono en este campo, como en la vida. Mis grandes derrotas fueron, entre otras, pensar en un chocolate que guarde el día anterior y no encontrarlo al ir a buscarlo. O estar todo el día con ganas de tomar un helado y que esté cerrada la heladería. Otro caso fue cuando estuve toda la mañana pensando en los ravioles del almuerzo y, al llegar, había canelones. Año nuevo es mi decepción culinaria mayor, la comida de las fiestas que hace mi familia me hace vomitar y nunca pero nunca la cambian. El guiso de lentejas también me da ganas de llorar… esa pasta uniforme y con gusto a metal… lo peor es cuando se te quedan las cascaritas en la boca. IN-TRA-GA-BLES. La única manera de agasajarme es con un buen plato de pastas o un churrasco, tal vez una hamburguesa. Es así, no soy una mina muy complicada si se siguen los parámetros de lo cotidiano. No es necesario el pollo a la naranja o las recetas elaboradas.
 
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