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martes, 4 de noviembre de 2008

El juego de la vida

No me costó mucho darme cuenta que la vida no es un juego, que uno la subestima sobremanera. Parece cuestión de disfrutar a pleno… ¿Qué tan difícil puede ser eso? Nadie había sido lo suficientemente audaz para mirar de frente a las preocupaciones que siempre acechan esperando en el umbral de la conciencia. Pronto te das cuenta de que en este juego hay muchos tableros y que cuando avanzas siete casilleros en uno necesariamente retrocedes nueve en el otro. Si en el trabajo te va genial sos un pésimo amante, si tenes mucho dinero dejas de valorar las cosas importantes, si pasas mucho tiempo con tu pareja tus amigos se borran uno a uno. Es difícil, si no imposible, mantener el equilibrio. Si vivís demasiado tiempo sufrís mucho al final pero si morís dejas de disfrutar la vida, que es una sola. Y es una sola porque Dios lo tenía todo calculado, sin embargo no se imaginaba que igual existiría la superpoblación y que esta traería pobreza y hambrunas. “Es la ley de la vida”, dicen todos. A mí ya no me parece que sea algo así como elegir la fichita amarilla y tirar los dados.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Quisiera ser perro

Puccini


Hace unos días empecé a tener ganas de ser perro. Fue algo repentino, y también el deseo más sincero que tuve hasta ahora. Tal vez fue porque estaba bajo presión y detrás de un enrejado, escuchando a una profesora que me cae mal… pero realmente deseé ser can. Los veía tan felices meneando el rabo, corriendo en la plaza, fuera de cualquier preocupación y los envidié. Ellos no pueden decepcionar a nadie, porque solo se pretende que den amor, y esto les resulta tan fácil, natural, que no les causa problemas. Tampoco tienen que valerse por sí mismos, pagar cuentas, trabajar para ganar dinero. Es tan ociosa la vida del perro, pero tan deseada. Alguien se ocupa de nosotros, nosotros jugamos con los nuestros, somos libres la mitad del tiempo. Nos ensuciamos y la verdad nos da lo mismo, no nos importa lo que piensen los demás. Ni siquiera sufrimos por amor… no pensamos lo suficiente para que nuestros sentimientos nos agobien. Quisiera ser un perro cada vez que me encuentro en una habitación llena de gente que escucha pero no oye. Cada vez que mi corazón está tan roto que no tengo ganas de salir a correr al sol. Cada vez que veo cara de decepción en alguien que quiero. En síntesis, quisiera ser perro siempre.
 
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