martes, 7 de septiembre de 2010
martes, 31 de agosto de 2010
Dos pares de huellas en la tarde
Sosegadas por el arte
Dos pares de huellas en la tarde
Que se esquivan pero quieren encontrarse
Se reservan su infraestructura
Para la cíclica noche inestable
Como necrófagos de su propia carne
Las palabras arden
Las palabras arden, ellos esperan
Un ritual indescifrable
Las palabras urgen, se desesperan
La promesa inquebrantable
Las campanas suenan risueñas
Se burlan de los amantes
A veces querrían seguir siendo solo
Dos pares de huellas en la tarde
martes, 24 de agosto de 2010
Ando ganas de... mandar todo a algún lugar sin retorno
La solución es el nihilismo. Muchas veces la sensación de que todo está al borde de un precipicio me acecha, me ahoga, me desarma. El necesario compromiso inminente de cual debería formar parte es un llamado constante a las puertas de mi conciencia. Y sin embargo, no puedo. No puedo quejarme, no encuentro la clave en la queja. No veo como algo tan poco productivo como la amenaza constante, la contradicción constante, puede ser una opción. Es ese tira y afloje. No me dan ganas. Me muero de ganas, pero no me dan ganas. No me dan ganas de comprometerme si al lado mío hay gente que imita a una figura de la política que está trillada y recontra trillada, sin necesidad. La mayor parte de la audiencia no sabe, no entiende. No reconoce en la palabra “compañero” el símbolo de algo. Ni siquiera quien lo dice con tanta seguridad fingida lo conoció alguna vez. Cosas, pequeñas cosas que no me convencen. Ellos nunca me convencieron, porque los conozco. Porque la intolerancia es su estandarte escondido, porque manejan. Porque se asemejan a los políticos, y los políticos no me gustan. Porque piensan que tienen más derecho que otro por una cuestión de votos.
No es ese el único problema. Hay otras decepciones que influyen. Siempre vi en él una figura de respeto, de convicción, de ideales. Me va defraudando lentamente, imparable. Es una piedra rodando desde la cima de una montaña, no puedo detenerla, no puedo. No se sus verdaderas intenciones, se asemeja a los otros cuando me habla de desaparecidos y de dictaduras y de problemas graves “de verdad”. Como los otros, también se cree superior. Lo peor es que no sé a quién representa en toda esta historia. No se si es el héroe o el villano. Y más allá de eso, ¿Yo qué puedo hacer? Después de todo es lo que es, no puedo pasar sobre él. Cuando habla de los pendejos de mierda me encantaría ir corriendo a denunciar la hipocresía. Sí, aspiro a ser escritora y me encantaría mandar a todos ustedes, corruptos, al carajo. ¿Vieron que linda que soy, que educada? Él también los odia, él también piensa que sus reuniones son aburridas, él también se caga de hambre. Él es un zurdito, pero ahora hace buena letra para caerles bien…. Y no se hasta qué punto. No se a quién está engañando. No me extrañaría que fuera uno de ustedes.
Y yo misma, y mis dos caras. Mis dos caras que tironean, representadas por tantas posturas como estrellas en el cielo. A veces participar no es una opción. A veces es mejor quedarse al margen, antes que formar parte de algo que no se cree, o condenar algo que se apoya en silencio. A veces es mejor abocarse a lo que uno sabe, callar y bajar la cabeza, esperar tiempos en los cuales sea una obligación decidir, aprender de ello. No apresurarse, no querer crecer de golpe. Se que algún día voy a estar lista para devolver algo de lo que se me dio, y cuando lo haga no va a ser reclamando, no va a ser chillando y pataleando, va a ser algo que salga de mi, va a ser algo producto de mi naturaleza y no de seguir consignas ajenas. Puede que algunos no lo entiendan, o crean que omitir es expresar disconformidad. No es así. Los que omiten son los que están esperando para hacer un cambio diferente, no se si mejor o peor, pero diferente. Los que omiten son los que se debaten interiormente todo el día, los que tienen más interés del que aparentan.
lunes, 23 de agosto de 2010
Danzarina en la caja de cristal
Elipse infinita, círculo irreal
Mientras la música suene
Afuera es otro lugar
Aislada damisela
Ignora dónde está su lealtad
Mientras la garra no la pinche
En su burbuja permanecerá
Pero la garra es traicionera
Pero la guerra es infernal
Cuando la burbuja pinche
Desprotegida estará
Los caminos se bifurcan
Ya lo dijo un buen señor
Allí está la encrucijada
Digna de tanto temor
Por momentos oye voces
O un silencio sepulcral
La princesa confundida
No quiere su libertad
Libertad es elección
Es sangrado espiritual
Son los vidrios astillados
De su caja de cristal
Por eso pone cerrojo
Ignora toda señal
Mientras la música suene
Afuera es otro lugar
domingo, 25 de julio de 2010
El refugio de la casa
Caso contrario fue la segunda casa. El frente era más vistoso, pero no es necesario que repita que no todo lo que brilla es oro. Un hombre estaba arreglando un auto viejo cuando llegamos, en la puerta. Entramos y había dos perros, uno ladrando como loco. La mujer gritaba “MACUCA, VENI PARA ACA, COMETE LA GALLETITA” y trataba de sacarnos la perra del paso a medida que avanzábamos. Pero eso no era tan grave. La casa en sí, estaba descuidada. El living estaba bastante bien… pero había un patio con un poco de… era barro, sin plantar, pisoteado por los perros. Una parrilla y muchos cacharros amontonados en un rincón, todas las paredes llenas de manchas (presumo que de las pisadas de los perros), la cocina: las puertas de las alacenas rotas, un horno empotrado, viejo, mugriento, todo estaba tan… sucio. Había olor, un olor característico, a viejo, a la casa de mi abuela Elda cuya cocina siempre estuvo llena de cucarachas. Odio ese olor. La mujer dijo “Acá está el garage, pero mi hijo esta durmiendo porque no quiere tener habitación y prefiere dormir acá… ay estos hijos adolescentes…” y ahí estaba el hijo entre frazadas en su “bunker” (después haciendo cálculos nos dimos cuenta de que en realidad el pobre pibe no tenía realmente una habitación mejor donde dormir. Subiendo por la escalera la habitación principal, con un baño en suite. Tenían mis mismos azulejos y todo era azul también, pero la bañera era una especie de cuadrado de goma… Y la cama matrimonial ocupaba todo el espacio, con un acolchado celeste… no se, me desagradaba. Las alfombras tampoco se salvaban. Más arriba, otras tres habitaciones y el baño grande. Una de las habitaciones estaba ocupada por una adolescente haragana (como yo) en la computadora; las otras dos, vacías. Y por último, una escalera inestable encima de ¡UN TELEVISOR! Y varias cosas más… que llevaba al supuesto playroom. La escalera estaba contra la pared de tal manera que era prácticamente imposible pisar el primer escalón. Sólo subieron mi mamá y mi hermano, y, según ella, había dos chicas más ahí arriba. La situación me hizo acordar a la familia Weasley, ese caos de familia numerosa… no había ni espacio para transitar, parecía que pedíamos permiso a cada paso que dábamos, tampoco estaba la predisposición de mostrar la casa…
¿Y en cuanto a la mia? Apenas la tasamos y no concretamos con ninguna inmobiliaria todavía, pero se que tengo que empezar a hacerme a la idea de que dentro de poco voy a estar invadida por desconocidos, igual o más entusiastas, mientras la de la computadora con cara hostil voy a ser yo. A mi tampoco me resulta fácil abandonar el único hogar que conozco, y menos cuando los empleados de la inmobiliaria se retuercen las manos elogiando el lugar… y menos habiendo visto los desastres que las personas son capaces de hacer con sus casas… de pronto parece que lo que tengo vale oro, más allá del espacio (o la falta de él), el ruido y los factores con los que tengo que convivir día a día. De repente todo es perfecto: la ubicación, la distribución, las paredes, las alfombras que tanto me pidieron que no ensucie… Acá también hay recuerdos…
Pienso seguir escribiendo sobre este tema, al menos hasta que me mude. No tengo planeado visitar muchas viviendas más pero al menos una seguro. Lo bueno es que, después de tanto tiempo y aún teniendo otras obligaciones, me senté a escribir.
viernes, 23 de abril de 2010
Receso literario
Últimamente se vienen dando una serie de transformaciones en mi rutina. Dichas modificaciones también repercuten en mi estado de ánimo, mi manera de mirar las cosas y hasta el funcionamiento de mi cerebro. Estoy comenzando a automatizarme, ya no me siento un ser humano, sino un robot programado para realizar tareas constantemente. Con cada pulso estoy procesando lo que viene en el siguiente, y, por otro lado, no pienso más que en el presente para que no me agobie. Hoy, escuela. BI de historia hasta las 16:30, perder al menos media hora en fotocopiadora. Plaza Italia a comprar libros. En este caso hacer camas no me tocó, mientras tanto pensar: BI de literatura: esquema trabajo dos y terminar el uno, BI de historia: pensar de qué se va a tratar mi trabajo y para eso leer para conocer algo de historia y también leer Hobsbown, tarea de literatura, leer Muerte accidental de un anarquista. Todos los días se añade una serie de eventos parecidos a estos: siesta, quejarse, quejarse, sueño, pie pesado, ducha, ciega a citas, imprimir algo, dormir. En el caso de el ya pasado jueves me quedé dormida arriba de la mesa de la cocina utilizando un recién comprado diccionario de inglés como almohada y rodeada de fotocopias a medio hacer, cuando me desperté completamente desorientada y vi que el reloj marcaba las siete y media comencé a gritar expresiones de negación pensando que me había quedado dormida en el desayuno y llegaba tarde al colegio. Sólo me di cuenta cuando lo vi a mi hermano en la computadora y aún tardé unos minutos en reaccionar completamente. No se cuánto tiempo más voy a aguantar así, este no era mi objetivo. Un ser humano no puede vivir solo de estudiar y pensar que tiene que seguir estudiando; ojala lo entendiera mi mamá, ojala pudiera priorizarlo yo. Sólo se que hoy caminaba por Avenida Santa Fe completamente ida, solo parando cuando el semáforo me lo indicaba, con un constante murmullo interno que decía: a ver hoy haces esto, mañana lo que te den hoy, después no hay que olvidarse de lo otro… Me gustaría desmayarme o que me saliera un sarpullido del estrés y el cansancio para tener una excusa para abandonarlo todo; algo que demuestre por fuera lo que siento por dentro. Ni siquiera tengo tiempo de escribir salvo a esta hora, cuando generalmente sacié todas las urgencias que requieren mi atención. Y esto recién empieza… estamos en abril.