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sábado, 8 de enero de 2011

Tres potencias se han unido





Lo que logra el (des)amor...
(Tigre-Martelli-Banfield)
(Alemania-Inglaterra-Francia)




sábado, 31 de octubre de 2009

Faaa-laaa-laa-laaaaaa

El género femenino atenta contra sí mismo, en todo sentido. Por algo los hombres son tan descuidados, usan siempre el mismo traje para los cumpleaños de quince/casamientos/bautismos/bar mitzva/cualquier evento que requiera un mínimo arreglo (y gracias si se ponen traje), nunca se dan cuenta de nada, hablan solo de dos temas y los van intercalando cada tanto para no aburrirse, aunque en realidad podrían hablar de uno o de otro por horas. Nosotras no. Y basta, digamos la verdad: dejemos de quejarnos poniendo a la exigencia masculina por excusa porque bien sabemos que apenas notan si vamos a la peluquería o si tenemos las raíces más desteñidas del mundo. Somos las mujeres las que estamos a cada segundo presionándonos a nosotras mismas y a nuestro género. Los hombres no se depilan porque entre ellos está todo bien, no les importa, la estética es para maricas. Pero nosotras sufrimos para no quedar mal frente a otras mujeres, es ese orgullo femenino estúpido. Si compramos ropa nueva o auto nuevo o cartera nueva es para que nos miren ellas, no ellos, bien decía una propaganda (ya ni me acuerdo cual). Nos encanta criticar pero no ser criticadas, por eso tenemos que estar perfectamente decentes, porque sabemos que se habla y no queremos que sea de nosotras de quien se habla, porque queremos hablar y no ser silenciadas por nuestra poca femineidad. Ir dos veces con la misma remera al colegio/trabajo es una especie de pecado, sabemos que las otras miran, las otras saben, las otras casi ponen cámaras a lo Gran Hermano. Solía ser muy distraída pero este año empecé a notar que algunas miraban (y mucho) detalles (muy pequeños) y me puse nerviosa, me dio casi miedo. Algunas minas tienen una memoria visual envidiable, saben qué conjunto combinaste y si las zapatillas eran de marca, y hasta qué marca eran o qué modelo si tenés dos de la misma marca. Ya no se puede vivir tranquila así... es todo persecutorio, es llevar un espejo a todos lados, es estar encadenada con los grilletes llamados peine y porta cosméticos, es arrastrar una bola de la prisión con el pie llamado el qué dirán, qué se yo cuántas metáforas más puedo decir con esto. Las cosas que hacen los hombres son tan banales, tan simples, tan... ¡LIBRES! Yo también quiero ser libre de este feminismo machista que solo condena a las mujeres que van mal peinadas y aceptan los pirinchos llenos de gel y teñidos con claritos de cualquier freak. Quiero dejarme estar, no bañarme hasta que tenga moscas alrededor, dejar toda la habitación desordenada, usar la misma remera quince semanas seguidas sobreviviendo, sin que se me caigan los oidos... ¿Cómo se hace?

lunes, 10 de noviembre de 2008

Los hombres jamás maduran

Los hombres nunca maduran. Aún con esposa y varios hijos siguen en la boludez de los 15 años. En sus hogares son machos muy distinguidos… y hasta ahí nomás. Le deben plata a su mujer que prácticamente los mantiene desde que el corralito los dejó sin fondos. Si hablamos del momento en el que se juntan con sus amigos estamos en el horno. Los chistes subidos de tono siguen siendo su diversión principal. Las pobres cónyuges solo llegan a articular un “¡¡Ayy, Caaarrlooosss, pero que guaraangooo!!”… es decir… no Carlos, Señor X, porque esto no se basa en nadie en particular, no, no. Por otro lado, fuman habanos y otras porquerías de unos diez centímetros de largo como si sus débiles pulmones siguieran resistiendo más humo que ingresa a sus vías respiratorias. Si le pidiéramos a un señor que ronda los cuarenta que abra su orificio bucal encontraríamos todas las caries que no se dispuso a arreglar porque “no hay tiempo”, y un par de prótesis dentales que pega con la gotita “provisoriamente”. Sus ojos gastados no consiguen la paz que les puede brindar un oculista, deben conformarse con lentes de segunda mano comprados en un puestito en la calle mientras exclaman, a voz en grito, “estaban de oferta… ¡Son buenísimos! ¡Mirá, mirá como veo ahora!”. Su memoria es un colador también, no retienen ni media fecha, cosa que a las mujeres les pone los pelos de punta de la indignación. Pero no nos extraña, sabíamos de su distracción desde esa primavera donde nos regaló unas flores artificiales pensando que eran producto de la madre naturaleza. Y juro por dios que conozco a ALGUIEN que lo hizo. Hablando de flores, tienen excusas hasta para eso: “No te compré flores porque me recuerdan a los muertos, a los cementerios”. Con la edad y la ropa también tienen un trauma. Mientras que las mujeres siguen siendo jóvenes hasta los 59, ellos ya están agonizando apenas 20 años antes. “¡Estoy viejo!” exclaman con pesada resignación. Por esto, a partir de los 30 dejan de festejar sus cumpleaños y sueñan con ir al país de nunca jamás a volar con la ayuda de campanita. En cuanto al tema vestimenta tenemos dos problemas: el “¿Dónde lo metiste?” y el “Ay, la puta madre”. El primero es siempre lo mismo, como no se cambian la ropa por días o se ponen siempre lo primero que encuentran, dejan todo tirado y pretenden que quede así hasta su retorno al hogar… incluyo en estas prendas a los calzones sucios. La típica charla con su mujer en estos casos serían “¿Chee mi buzo verde donde está? ¿Lo pusiste a lavar?”. El segundo problema puede variar de color y textura y siempre pasa al horario de la comida. Los más variados condimentos, especias, salsas y grasas van a parar a la camisa reluciente. “Ay, la puta madre, me manché” dicen, y parece que van a ponerse a rabiar. Y no, no aprenden, por algo tienen que usar saco, para ocultar todo lo que se tiraron encima el día anterior. Tienen otras actitudes de inmaduros, pero son tantas que no entrarían en mil carillas. Podríamos mencionar las puteadas con sus hijos varones pequeños, las escupidas que pegan por la ventanilla del auto, escuchar música en inglés y cantar por fonética y desafinadamente, bajar música del ares y estar feliz como un nene con un caramelo, quedarse literalmente boludeando en la computadora hasta el otro día y no poder trabajar por estar hecho goma, pedir que lo despierten a las nueve de la mañana y en realidad abrir los ojos a las doce del mediodía, creer que las reuniones de padres o actos escolares son “huevadas sin sentido” aún cuando su hijo los espera con ojos brillantes de la excitación para mostrarle lo que aprendió. Aún así su encanto atrae al sexo femenino y varias hemos heredado aspectos avergonzantes pero tiernos de sus personalidades. Tal vez sea ese niño interior, despistado y desfachatado, el que nos conquista día a día con su sonrisa y sus locuras.

lunes, 13 de octubre de 2008

Campanita

Hace unos días me mofaba del odio que sentía por este personaje: "Es envidiosa, acaparadora, tramposa, celosa, cree que Peter Pan es suyo". No me había dado cuenta de un detalle que luego me recalcaron y cambió de tal manera mi perspectiva que hoy puedo filosofar con esta pequeña y hasta casi tonta adversión. Alguien puso mis pies sobre la tierra con sus palabras: "En mi opinión, Campanita es el mejor retrato femenino que logró Disney". Mi primera reacción fue simplemente considerar su respuesta, para después aclarar "Bueno, tal vez sea por eso que no está entre mis preferidas". Es claro, a nadie le gusta admitir sus defectos y no soy la excepción. Me resulta intolerante ese evidente reflejo que fabricaron para mí y tantas otras... La segundona, que nunca será una Wendy pero siempre va a estar atrapada en ese fantasioso mundo con su amor imposible sin chances de buscar otra opción. Mujer, que acude a los peores métodos, que siente tanto, que no puede evitarlo, que cree tener derecho sobre el hombre amado. Campanita también es Sofía Bogarín y además es Julia Perez, Marta Fernandez y Carla Román. Incomprendida, rebelde, solitaria, furiosa, brava, mordaz, quejosa, hasta molesta. Por qué no graciosa, coqueta, mágica, hermosa. Ninguna matrona tiene autorización para blasfemiarla sin apuntarse con un dedo anteriormente.
 
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