sábado, 9 de agosto de 2008

Adúlteros

A veces algunos argumentos de los adultos no tienen cuerpo, no tienen ni pies ni cabeza. Son tan sinsentido que hasta me dan risa. Y más que nada los utilizan cuando se encaprichan como nenes de cuatro años con una idiotez.
Si, los chicos pueden ser pesados y llorones, pero no dejan de ser chicos. Los mayores ya deberían haber aprendido a discutir con coherencia, a aceptar y pedir perdón, a enmendar errores y admitirlos. Sin embargo he descubierto muchas veces a gente conocida (véase madre y padre) contradiciéndome en lo imposible. Por ejemplo, no hay nada que odie más que la comida de las fiestas de fin de año (al menos la que come y hace comer mi familia). Entre estas monstruosidades se encuentran la mayonesa de ave, la de atún, los huevos y tomates rellenos, el salpicón agridulce y, especialmente, el pollo seco de la nona. Todos los años lo mismo, yo quejándome de la comida. Todos los años la misma respuesta: -Comé porque es lo único que hay. A ver a ver a ver, cada vez me quejo de antemano para que compren un par de sándwiches, comida común… no estoy pidiendo demasiado… y ya se los advertí tanto que debe quedarles en los oídos resonando. Pero siguen con su terca postura… y empiezan a decirme palabras o frases como “cualquier chico muere por estos alimentos” (no lo dudo… pero es irrelevante… por mi se lo doy a los chicos que seguro lo aprovechan más que yo, eso no va a hacer que coma lo que no me gusta) o “nunca te conformas con nada, siempre un problema con la comida tenés” (se olvidan de agregar “con ESTA comida”) también se incluye “Comé porque se te enfría y lo vas a comer frío y todo, no te lo pienso calentar”, “Dale que está rico”, “Por una sola noche” y “Dejate de joder”. Podemos observar que ninguna es justificativa para que yo pruebe bocado. Ninguna salva el hecho de que se hayan olvidado a propósito de no hacerme un plato de fideos o hacer algo con pan lactal y jamón cocido… Son excusas completamente vanas. Toda esta cancioneta termina siempre igual: yo sin tocar nada con mi tenedor y deglutiendo el budín y el mantecol después de las doce. Y todo esto sin necesidad… yo podría haberme alimentado correctamente y mis padres podrían haber contenido sus rabietas febriles que ellos mismos causan. Ya me gustaría ver a mi vieja comiendo polenta, con lo que la odia.
Otra que te hacen siempre los grandes con la comida es la del plus de ingredientes. Esa actitud molesta y al pedo sin un grado de lógica. “Si te gusta la mayonesa y el ketchup ¿Por qué no te gusta la salsa wolf? ¡Es lo mismo!” “Si te gusta la sidra y la fruta te tiene que gustar el clericó”, o lo de siempre: “¿Qué diferencia hay entre comerlo separado y junto si al final todo termina en el estómago formando jugos gástricos?”. Les voy a contar la sutil diferencia: el gusto. Porque con ese criterio podríamos comer patitas de pollo mojadas en helado de frambuesa porque “todo va al estómago” y “ambos te gustan”. Pero les aseguro queridos amigos que tendríamos que rezar quince padrenuestros y diez avemarías pidiéndole perdón a nuestras papilas.
Si bien estas triquiñuelas criticables de ellos me ponen de la cabeza, me molesta muchísimo más cuando no te dejan salir y encima su paternidad paranoica los hace decir puras incoherencias para intimidarte por la espalda. Ejemplo:
-Ma… el otro día me invitaron a una fiesta en Quilmes…-voz poco pretenciosa, ya resignada sabiendo la respuesta de antemano.
-¿EN QUILMES?-ojos como platos- ¡Eso es en el sur de Buenos Aires!
-Sí, ya lo se… bueno…
-Mira sofi… yo te dejaría ir, vos sabes que yo te dejo ir a todos lados… (pienso: si, claro…) pero quilmes es muy lejos… además no conozco nada por ahí… y es de noche… y…
-Ahh, está bien, no importa.
Hasta ahí no me molesta… me molesta la insistencia, lo que viene después:
-No, pero escuchame… te digo por qué no te dejo ir… porque sino sabes que te dejo ir… pero tengo mis razones… porque además ¿Quién es esta chica? ¿De donde la conocés?
-No importa ma, no te preocupes, ya está
No se conforman con eso, siguen revolviéndote en la herida y también dicen algo como:
-Mirá… cuando venga tu papá hablamos… pero no se… (aunque saben que sólo te lo hacen para seguir restregándote en la cara que no vas a ir, porque la respuesta va a ser negativa de todas maneras)
Y cuando llega tu papá:
-Mira… ella tiene este cumpleaños en Quilmes pero yo le decía… es medio peligroso… y no conozco nada yo ¿Vos conocés? (pregunta retórica para conformar a la víctima que en este caso soy yo) Porque viste si por lo menos vos supieras… pero ni siquiera… la llevamos a un lugar desconocido… no conviene, bah, que se yo…
Y la cosa no termina más… cada vez que les vas a pedir algo te recuerdan: “si es en quilmes no eh…”
Pero la verdad no importa si es en quilmes, no importa mucho el lugar… si es en cabildo tampoco te dejarían ir… porque “es de noche, es en un bar, tenés que ir con un mayor, quién sabe quienes irán…” y se repite la historia de arriba, las interminables excusas que te tenés que bancar. Así no te dan ni ganas de ir a preguntar nada…
Muy parecido a este son las preguntas molestas como “¿Te vas a llevar un abrigo?”. Estas preguntas tienen una sola respuesta que no trae consigo un largo sermón y esa respuesta es “Sí”. Si decís no van a decir: “¿Segura? Mira que hace frío ehh… te vas a enfermar… mejor llevate un abrigo que no pesa nada y te evitas varios días en cama”. Cada vez que pasa esto le digo a la persona en cuestión: “¿Para qué me preguntas si vos me vas a imponer lo que tengo que hacer?” Porque es siempre así, te manejan la vida a veces sin que te des cuenta, sea por amor a vos o porque les gusta tener poder sobre alguien.
De chica, a pesar de todo, no era esto lo que más me molestaba. Era el clásico discurso de la clásica escenita donde no me salían los problemas de matemática y empezaban los gritos y los “Está todo mal”. Era tal la angustia que me invadía que no podía contener las lágrimas (nunca pude) y todo terminaba con un “¿Por qué lloras?” furioso de su parte… como si no supiera que te gritó de todo, y que por poco llegaba al “sos una inútil”. Además era más que obvio que no soy la clase de persona que le gusta equivocarse y que nunca logré acostumbrarme al fracaso académico (de eso hablaremos más tarde).
Parece mentira que se tropiecen tantas veces y siempre queden mejor que vos. Hacen ver las cosas de tal forma que parece que tienen la razón en cualquier discusión… adulteran, falsifican, estafan, engañan… Pero ya llegará la venganza y las frases bajo mi manga serán “Ya estás grande para salir con señores”, “Tenemos una cena importante, no te puedo alcanzar a lo de tu amiga”, “Es lo mismo comerlo entero que en papilla mamá, no seas caprichosa”, “Parece que la edad te sacó todos los jugadores porque nunca hacés nada bien… y deja de llorar que lo tengo que pagar yo”, “Andá a Las Toninas, pero si terminas perdida por la amnesia yo no te pienso ir a buscar”.

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