La mujer perfecta sería un incordio para el hombre que la consiguió. Todos los demás la desearían y ella sería tan perfecta que sólo querría a su pareja. Pero cuando este estuviera hablando con otra mujer, la perfecta, en lugar de ponerse celosa, charlaría con hombres. “Está todo bien” diría con guiños. La perfecta sería vegetariana y defendería cada una de las causas de Green Peace. Cualquier pucho que se fumara el hombre sería apagado con una mueca de decepción: “eso arruina la atmósfera”. Cualquier tostada con queso sería un pecado capital aunque ningún animal hubiera muerto por ella. La mujer perfecta lo sabría todo, sería inteligente y podría decir los elementos de la tabla periódica de memoria humillando a cualquier ser vivo o inerte que se encontrara a kilómetros a la redonda. Y, por supuesto, sería chef pero fabricaría comida a base de soya, solo soya. Sería una madre cariñosa que siempre está atrás de la progenie, el hombre no tendría que levantarse a preparar mamaderas o cambiar pañales, pero su mujer estaría tan ocupada toda la noche velando por sus hijos que nunca tendría tiempo para un revolcón de cinco minutos. Su pelo rubio tendría olor a shampoo de fresias y sería tan suave y sedoso que podrían hacer algodón a partir de él. Su cara angelical tendría rasgos tan perfectos que daría pena mirarla. Su cuerpo esbelto estaría enfundado en las ropas más atrevidas del mundo. También sería divertidísima, haría los chistes más graciosos y divertiría tanto al jefe de su marido en la sobremesa que este la contrataría a ella también (además porque es sexy). Mantendría a toda su familia con la plata ganada en una agencia de modelos, viajarían a Cancún cada año y tendrían una isla privada en el triángulo de las Bermudas. No gastaría un céntimo en ropa, es más, planearía ahorrar cada ingreso, por las dudas y no dejaría sacar ni una mosca de la caja fuerte. Sería romántica pero no exagerada, cariñosa pero no pesada. Sería perturbadora. Y no por su culpa su marido la dejaría por una cualquiera. La dejaría porque él tiene problemas. Él es demasiado humano, demasiado envidioso, resentido. No se bancaría que su querida esposa lo superara ampliamente en todo. No soportaría ni un segundo que su jefe la llevara a su trabajo o que otros hombres la adoraran. Porque ella no es la del problema, somos nosotros. El mundo no está preparado para la mujer perfecta.