La mayoría del tiempo estoy viviendo a tu sombra, pero yo misma creo la situación en mi mente. A veces no puedo evitar conocer a alguien y pensar que se llevaría mejor con vos que conmigo, que vos le interesarías más. Cuando me pongo a pensar me imagino que soy un invento tuyo, que todo lo que hay de interesante en mí me lo brindó tu amistad, que todos mis gustos me fueron transmitidos directamente de vos, aunque sé que eso es imposible porque tengo miles de amigos más, tengo miles de fuentes, tantas posibilidades. Sí, te envidio un poco, te veo a veces como contrincante. Es que tenés ese algo que yo no tengo y nunca tendré, tenés la chispa, esa chispa que me asusta y que me hace pensar que algún día todo el mundo me abandonará por vos. Es estúpido, lo sé, pero lo tengo que sacar afuera porque ya no puedo seguir pensando en estas cosas sin largarlas por algún lado. Lo peor es que cuando me remarcás algún defecto tenés razón, pero no sé hasta qué punto me conocés. Sí, es cierto, estoy muy pendiente de lo que piensen los demás de mí, pero una vez, hace mucho, no era así, era todo lo contrario. Lo que el resto pensara era algo contra lo que yo luchaba a diario, contradiciendo a todo aquel que intentara estereotiparme o catalogarme, sin pensar en las consecuencias. Supongo que en algún momento me harté de ir contra la corriente, me cansé de ser tan insufriblemente diferente, me empecé a sentir muy sola. Comencé a remar para el otro lado, me dejé llevar, empecé a complacer y a poner demasiada atención en quienes no lo merecían. Después viniste vos, después conociste tan solo esa parte agradable de mí, después me di cuenta de que aunque seas mi mejor amiga hay cosas que nunca vas a entender. Sin embargo, hoy soy consciente de que la mayoría de las veces vos sos mil veces mejor amiga que yo.
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