sábado, 3 de octubre de 2009

Here it goes again

Me acuerdo que la primera vez que te vi pensé: espero que ese chico elija letras. Estabas ahí, solo, mirando a la gente pasar, subir, bajar… como escondiendo un misterio más allá de tus ojos. Nunca te había notado antes, presumo ahora porque permanecías estático en el balcón o en el aula. Cuando publicaron la lista me fijé en los nombres de los chicos, pero ni siquiera sabía el tuyo así que fue algo bastante inútil. Había uno o dos nombres que desconocía, que podían pertenecerte, pero nada seguro. No sé, tenías, tenés ese algo, ese imán para sofias bogarin. Ese secreto oscuro, esa personalidad latente, eso. La incógnita que da lugar a la idealización, deja volar la imaginación e inventar falsedades. Una atracción inexplicable, a veces tengo unas ganas repentinas de correr a abrazarte. Porque además de parecer indiferente, superior a todos los demás, aparentas ser débil, necesitar de alguien para hablar. Me encanta eso, pero no me sirve porque soy tan o más tímida que vos y cada vez que, tras mucho esfuerzo, me acerco y digo algo me siento una idiota, me siento… molesta, un estorbo, eso. Cuando te vi ocupando ese banco el primer día en 4º 1ª me sentí dichosa, afortunada, pensé que tendría más de una excusa para entablar una conversación con vos. No me imaginé las cosas que se desatarían después que provocan que cada vez que quiero hacerlo parezca que te tengo lástima. Ojala no fuera tan difícil, ojala todos tuvieran la capacidad de leer la mente, eso sería mucho más conveniente. O que por lo menos tuviéramos algo en común que no fuera justamente el colegio, que vos odias y donde yo quiero quedarme para siempre.

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