martes, 6 de octubre de 2009

R.R.

Cuando escucho hablar a alguien mayor a los 60 años, o hasta a veces menos, siento que se olvida. Siento que está evadiendo su parte de responsabilidad, que no quiere admitir o recordar sus actos, que busca auto justificarse. “La juventud de hoy está perdida” repiten una y otra vez como una melodía conocida y pegadiza. “La educación cada vez se deteriora más, no puede ser que los chicos sean tan irrespetuosos, vamos de mal en peor, el otro día no me quisieron dar el asiento en el colectivo, cómo puede ser que le falten así el respeto a sus padres, están descontrolados, necesitan límites, se drogan, se emborrachan, son una vergüenza”. Me dan risa, realmente… hablan como si esto fuera lejano, como si ellos ya hubieran abandonado el mundo y vieran todo desde un trono allá lejos y a lo alto. Como si los descarriados que hoy realizan cualquier tipo de vandalismo hubiesen salido de un repollo, no se… Se olvidan que son sus hijos, sus nietos, que los criaron ellos. Somos la juventud mimada, que nació después del apagón de la libertad y la identidad, después del olvido. Porque cuando de olvidar se trata nadie vio nada y por algo será. Nos tuvieron encarcelados en una botella de gaseosa y la batieron, la batieron, la batieron… al abrirla se escapó todo el gas de golpe, comenzó a desbordar, a salir por todas partes a chorros. ¿Quién cerró la botella? La respuesta más evidente sería “La juventud de hoy, porque es la causa de todos nuestros males”. Fueron ustedes, al menos parte de ustedes, los que dejaron que pasara. Nosotros no nos criamos en una burbuja, ustedes nos enseñaron a mentir, a engañar, a cagarse en los demás, a ceder ante el lavaje de cerebro de los medios de comunicación, a rendirnos cuando algo es difícil. O no nos dieron suficiente cariño porque estaban muy ocupados preocupándose por ustedes mismos y sus heridas. Nuestros padres son sus hijos y nos criaron como ustedes los criaron a ellos. El problema siempre empieza de algún lado, nunca es causa de la misma consecuencia. Así que la próxima vez en vez de estar despotricando contra todo y todos, ¿por qué no empezamos a pensar qué hicimos mal, en qué fallamos? ¿Por qué no empezamos a dar el ejemplo en lugar de andar predicando con palabras vacías? La vieja generación puede tenerlo todo, excepto humildad.


Y esto me recuerda a...

Para verlo con un toque de humor!

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