1:09 de la mañana. La televisión no muestra nada interesante estos días, solo películas de bajo presupuesto con diálogos trillados y lecciones de vida artificiales. Hoy a la tarde, por ejemplo, vi una con JLo, otro actor canoso que nunca supe el nombre y Susan Sarandon. Se llamaba “Shall we dance?” O, latinizada, “¿Bailamos?”. La trama no era demasiado genial, todo muy chayanne, pero extraje una frase que vale la pena y resumía mi ánimo de hoy. La línea es de Sarandon (Beberly), la esposa del protagonista, que había contratado un detective privado porque sospechaba que este tenía una amante (cuando en realidad solo estaba tomando clases de baile). Luego, cita al detective para informarle que prescindiría de sus servicios porque se había arrepentido de violar la privacidad de su marido. Y ahí viene la frase reveladora:
“We need a witness to our lives. There's a billion people on the planet... I mean, what does anyone life really mean? But in a marriage, you're promising to care about everything. The good things, the bad things, the terrible things, the mundane things... all of it, all the time, every day. You're saying 'Your life will not go unnoticed because I will notice it. Your life will not go un-witnessed because I will be your witness'."
“Necesitamos un testigo de nuestra vida. Hay billones de personas en el planeta… quiero decir: ¿Qué significa una sola vida? Pero en el matrimonio prometes preocuparte por todo. Las cosas buenas, las cosas malas, las cosas terribles, las cosas mundanas… todo, todo el tiempo, todos los días. Es una forma de decir “Tu vida no va a pasar desapercibida porque yo voy a notarla. Tu vida no va a carecer de testigos, porque yo seré tu testigo.””
Dándole un poco más de forma a esta idea, me acorde de un poema de Salinas (“Cuando tu me elegiste”) que habla de lo anónimo que uno es cuando no tiene amor. De lo que representa ser elegido por el otro, ser alguien entre todos los demás, entre la nada: “Pero al decirme: “tú”/a mí, si, a mí, entre todos-/más alto que las estrellas/o corales estuve.”. Habla además del momento anterior al encuentro, de una alegría triste, da la idea de un estado estático, de espera: “Y mi alegría estaba/ triste como lo están/ esos relojes chicos,/sin brazo en que ceñirse/y sin cuerda, parados.”. También expresa el sentimiento de posesión de sí mismo que le confiere el tener a otro a su lado: “Posesión tú me dabas/de mí, al dárteme tú.”. Finalmente expresa el sentimiento de dependencia que se genera a partir de esa relación, que causa que, al deshacerse, uno se convierta en alguien que no tiene nada que perder, que carece de distinción de uno mismo y de lo que lo rodea: “…Cuando te vayas/ retornaré a ese sordo/ mundo, sin diferencias,/del gramo, de la gota,/ en el agua, en el peso./Uno más seré yo/ al tenerte de menos./Y perderé mi nombre/mi edad, mis señas, todo/perdido en mí, de mí./Vuelto al osario inmenso/de los que no se han muerto/y ya no tienen nada/que morirse en la vida.”
Amo la poesía de Salinas porque es capaz de expresar de una forma simple y concisa pero acertada las emociones más puras. El encabalgamiento colabora con esa cadencia particular que tiene. No es el poema que más me identifica, de hecho nunca me sentí así. Sigo estando dentro de ese gran anónimo expectante. Sin embargo, por lo menos no estoy en el grupo de los que “no tienen nada para morirse en la vida” (todavía). Hay otros como “Yo no puedo darte más” (lo considero mi poema preferido hasta ahora) que se aplican más a mis aspiraciones imposibles. Pero ese es tema para otra entrada.
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