Soy de esas personas.

Yo soy de esas personas. Soy de esas personas que si estuvieran perdidas en la selva no sobrevivirían ni cinco minutos. Es más, soy de esas personas que estando en la calle les cuesta mantenerse vivas y en su país. De esas que no pueden cocinar ni un huevo frito sin dejar un desastre detrás. De las que no retienen ni dos nombres o episodios. Soy de las que se quejan de los prejuicios sin darse cuenta de que prejuzgan. Me río como idiota siempre que paso por al lado de alguien que me gusta y ni hablar de mi carencia de métodos de coqueteo. Soy una de esas que no coordina ni dos pasos y que no puede salir de la clase de educación física sin sentirse humillada. La típica loser que siente que su rol será, en un futuro, el de madrina solterona, porque todas sus amigas tienen novio menos ella. Soy, sobre todo, de las sorprendidas que ven una torta en utilísima o la película “náufrago” o una disciplina gimnástica en los juegos olímpicos y empieza a putear y a envidiar. De las inseguras que cuando les preguntan sobre el nombre de una calle dice que no sabe aunque este a dos cuadras de su casa. Y es que ese es uno de mis miedos, hacer perder a otro con mis razonamientos, que su fracaso sea mi culpa. Soy de esas personas que viven en la luna y todos sus parientes pueden confirmarlo. Soy todo eso, porque salí a mi papá. Porque mi papá también es distraído. También salí a mi mamá, porque ella también es poco atlética y no sabe cocinar. No sé si será la combinación perfecta, sé que no atraigo al sexo masculino con estas características, pero soy así. Soy de esas personas y no de las otras. Y prefiero ser distraída, casi rayana en el peligro, que vanidosa o arrogante o linda.

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Lentamente haciendo las paces conmigo misma. Al menos por ahora, al menos por hoy.